TPD | dieciocho

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Deseo y deber.

Los dos comprendían definiciones totalmente alejadas, lo entendí desde pequeña, después de todo, mi educación se rigió por el cruel y rígido deber. El saber lo precariamente necesario para mantener una conversación superficial con señoras y chicas con el dinero desbordado en cada centímetro de su cuerpo; ser estúpidamente inocente y sonreír con cierta sugerencia a hombres que podían ser futuros socios para el nuevo negocio de mi padre, y convertirse en una bonita marioneta para no estorbar ha sido la única zona de confort que conocía.

Cuando Jimin rompió lo que en su momento creía seguro, Jungkook apareció como un salvavidas de dudosa procedencia, estando en los momentos en que las partes de esa burbuja de cristal en donde me encontra se rompía a pedazos.

Caí y no me importó.

Probé lo que tenía prohibido y lo disfruté, deseé y amé cada centímetro de la libertad que me daba el tatuado. Dejé que me hundiera en un mundo no permitido, y llevarme a su paraíso. Pero en momentos como este, con la espalda desecha por mi desobediencia y en la casa que no se sentía como un hogar, tomé con pesar nuevamente el deber.

Tomando con fuerza la sábana que ocultaba mi cuerpo, busqué la valentía aplastada por los años para negarme a su propuesta dicha por el enojo. Podía entender su necesidad de proteger y salvar algo que sin duda está roto, pero su respuesta al problema podía arruinarme. Así que, aminorando el temblor en mi voz, alejando las emociones que golpeaban con violencia contra mí, hablo sin atreverme a mirarlo.

—Si mi respuesta es sí, ¿qué se supone que haremos?—Sus pasos se detienen en seco, y soltando un bufido, la molestia incrementa sobre él. Temía que se fuera, que se harta y huyera de mi desastre, pero me horrorizaba más cometer errores que terminarán por hundirme y despedazarme sin piedad.

El silencio que sigue después de esa mínima reacción me deja en un péndulo incierto, pero no podía dar marcha atrás, no podía aferrarme a lo incierto y volver a pagar las consecuencias, ya no podía soportarlo.

—Es una locura sin un maldito plan de B—agrego. Negando con cierta desesperación, muerdo mis labios con violencia hasta el punto de hacerlos sangrar—, no tenemos dónde ir, mucho menos sé qué carajo somos, Jeon Jungkook. No puedes pretender que vaya contigo cuando lo único que hemos hecho es tener sexo, no conozco nada de ti salvo tu nombre.

—¡Maldita sea! Nada de eso importa ahora—acortando el espacio, el peso de sus manos cae sobre mis hombros—, soy sincero Saebi, lamento que eso no te parezca suficiente—dice con la ironía empujando cada sílaba.

—No entiendes.

—Lo hago, estoy intentado asimilar y comprenderte, pero solo buscas malditas excusas para volver alejarme.

Aparto sus manos con brusquedad, perdiendo las fuerzas para luchar contra lo inevitable, unas cuantas lágrimas empiezan a mojar mis mejillas. Me sentía agobiada y acorralada, tan maldita confundida por todos, mis pensamientos eran un revoltijo de palabras incoherentes. Jungkook solo veía lo superficial, no podía digerir la crueldad en la que me encontraba. Sintiendo mi boca seca y mi corazón acelerado, dejo caer la sábana que me daba cierto soporte, como un curita que podía tapar mi vergüenza.

—¿Qué...

—Mi padre no es la persona con la que quieras enfrentarte—quitando la ancha camisa, me giro para darle una mejor vista de mi espalda vendada. Quitando el broche que mantenía cada tira blanca, todo cae sobre el suelo. El frío de la habitación cae como un golpe hacía mis acciones, y mi cuerpo empieza actuar de la manera enseñada por los años. Temblando por la humillación y la espera, mantengo mis ojos sobre la pared. Que vieran personas desconocidas no había sido ni mínimamente el peor sentimiento que había sentido, el que lo haga el pelinegro me hacía sentir asco de mi misma—, yo... Nunca tuve opción, solo soy una pieza para mí padre. No soy nada y no quiero intentarlo sí hacerlo solo traerá problemas.

Cuando el silencio vuelve a instalarse, ahora mucho más invasivo y opresor, me permito llorar y sostenerme de su presencia.

—Soy patética y estoy sucia—balbuceo—, no merezco...

—¡Cállate!—brama furioso, pese a eso, su voz se escucha frágil—, para, por favor.

Necesito que me veas—suplico, mi voz sonando aguda y temblorosa—, necesito que veas lo que soy porque...

Siseo por el dolor cuando su torso se pega a mí, sin embargo, no hago nada para alejarlo. Recarga su frente sobre mi hombro desnudo, y la humedad sobre esa zona me desestabiliza. Sus brazos me envuelven con fuerza, restringiendo mis movimientos.

—Lo siento—susurra, la tensión en cada una de sus extremidades me impiden girar nuevamente, así que me limito a poner mis manos sobre las suyas. Con aquella sensación cálida, dejo mi cuerpo apoyarse sobre el suyo. No sabía que necesitaba tanto esto hasta ahora, sentirme humana y querida—, lo siento, lo siento. Joder, siento tanto que haya tanta mierda en esta vida y que justamente tú tengas que conocerla. No puedo tan siquiera imaginar lo doloroso que es y tener que ocultarlo.

—Soy un desastre—confieso, sosteniendo con fuerza sus manos, dejo que todo el dolor quede expuesto como una pintura mal hecha—. Odio tener que implorar no tener una vida, no querer seguir cuando muchas otras personas luchan por estar. Me odio tanto por querer descansar, por sentir este vacío que no sé cómo llenar. Me detesto por sentirme inútil y sucia, por no ser suficiente, por no ser la clase de persona que pueda ser amada, yo... estoy cansada de seguir esperando.

Poniendo ambas manos sobre mis hombros, me obliga a girar. Mirando directamente mis ojos, deja que sus labios reúnan las lágrimas que no paran de salir. Su desesperación y miedo me duele, tenía la culpa, después de todo, fui quien inició un desastre.

—Ya no tienes que seguir esperando—besando mis labios, recarga su frente contra la mía—, estoy aquí, justo enfrente tuyo.

Sensible por las caricias, mi cabeza se queda sin nada más que decir. En cambio, me permito disfrutar se esos segundos que me hacen sentir segura y en casa. Era de alguna forma y extraña, estar siendo acariciada por algo tan reconfortante y grande que bien podría permanecer siempre en el mismo lugar.

—¿Lo entiendes?—pregunto, necesitaba tener una plan B, C y D. Si queríamos que funcionará necesitábamos subir un sin fin de posibilidades.

—Lo hago—sonriendo levemente, la seguridad y algo más se incluyó en su mirada—, te sacaré de aquí, pero también él no saldrá ileso, lo haré pagar su propia mierda, por ti, por mí y por ellos—, agachándose, toma mi ropa y la sábana, para después poner primero la prenda sobre mi cuerpo seguido de la tela cálida—, y cuando por fin todo termine, te contaré todo sobre mí.

Tome sus promesas inciertas con fuerza, dejé de lado el deber y puse mi borrosa libertad como una posibilidad. Llevándonos a la cama, se quedó el suficiente tiempo hasta que quedé completamente dormida. Cuando desperté horas después, en la cama solo se encontraba la pulsera que siempre llevaba consigo.

Entre el deseo y el deber había grandes diferencias, pero también podrían unirlas cierto hilo irrompible, y Jeon Jungkook era la imagen de ello.

***
Llegados a este punto no sé si preocuparme por su salud mental con lo que viene... Pero estoy segura que pueden si ya me han leído en mis otras novelas. No me hago cargo de confusiones, desconfianzas, tristeza, etc, etc.

Cualquier error no duden en decirme. 🤍

TPD. Tocada por Dios | J.JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora