RDA┋19

4.6K 395 824
                                    

Capítulo diecinueve.

[Avidez (español): la necesidad o ansia ante el deseo de conseguir, hacer o tener algo determinado].

• L E N A Y•

Lenay no tenía claro el cómo, ni el por qué Niclas había parado de tirar las cosas, pero le alegraba que lo hubiera hecho. Eso quería decir que estaba razonando más allá de la rabia y los malos pensamientos.

—¿Puedo saber por qué cambiaste de opinión? —le preguntó Lenay al verlo tan determinado a saquear la basura.

—No lo sé. Esto parecía entristecerte más a ti que a mí, así que supuse que estaba haciendo algo mal... Eso, y que no pude evitar recordar los momentos en los que ella me los dio sin sentirme como el mayor idiota por querer tirarlos a la basura.

—Lo siento.

—No, está bien. Fue una decisión impulsiva, creo que debí pensarlo mejor —reflexionó Niclas mientras guardaba cada uno de los objetos que tiró y faltaban en una caja.

—Puede ser, aunque tampoco tiene nada de malo lo que querías hacer. Es solo que a veces es mejor no precipitarse, hacerlo con la mente fría —agregó Lenay cuando notó que la incertidumbre seguía cubriendo las facciones de Niclas.

—Lo sé, por eso me detuve. No quiero arrepentirme de esto en un futuro. 

Lenay asintió en reconocimiento, y él se acercó a ella a un paso determinado que la hizo hundirse en el colchón y enredar sus dedos en el cobertor. A Lenay siempre le había inquietado que las personas se le acercaran de forma tan repentina e intrusa.

—Ven. Salgamos de aquí —le dijo Niclas, ofreciéndole su mano derecha para que la tomara, mientras que con la otra sostenía los recuerdos de su antiguo amor.

Lenay se sintió torpe ante el contacto de sus manos. Era la segunda vez en mucho tiempo que sus dedos se encontraban con los suyos de una manera tan directa, y no sabía cómo sentirse al respecto, en especial, cuando la primera vez provocó que su corazón se sintiera frágil y lleno de vulnerabilidad.

Para bien o para mal, la segunda no fue tan diferente.

Ella fingió buscar algo en los bolsillos de su pantalón para romper el contacto, y lo siguió en silencio hasta el exterior de su casa. 

—¿Ya comiste? —le preguntó Niclas segundos después de abrir la cajuela de su auto para dejar ahí la caja—. Estaba pensando que podríamos ir por una pasta, y olvidarnos de que existió este día.

—En realidad no tengo hambre, pero jamás le diría que no a una pasta.

Los labios de él se inclinaron en una inesperada sonrisa.

—Lo sé, yo tampoco. Por eso me agradas.

Niclas le cedió el paso como señal de que irían caminando al lugar. Él se colocó a un lado de ella, de vista hacia los automóviles, y comenzó a hablarle de lo mucho que Ulrik le había recomendado ese sitio. Aunque Niclas no lo admitiría en voz alta, Lenay sabía que valoraba la opinión de su amigo. No era la primera vez que se encontraban investigando sus recomendaciones y, estando ahí, el aprecio por Ulrik creció más.

—Creo que nunca te lo pregunté...

Lenay alzó la mirada de su plato.

—¿Qué?

—Sobre lo que hiciste con las cosas que te dio él —completó Niclas su anterior oración.

Lenay se quedó en silencio, la cruda identidad del chico que le rompió su corazón de pronto la dejó sin aire. Ella no poseía la valentía de decirle que se trataba de él, y tampoco parecía querer hacerlo, eso lo haría sentirse como un monstruo ahora que conocía lo que se sentía estar del otro lado. Confesarle la verdad era igual que condenarlo.

Residuos de Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora