Capítulo 53

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Rigel

Colocamos una silla para que Nydia tomase asiento frente al prisionero, y una mesa entre ambos para que no estuvieran tan cerca. Silas soltó una esfera de grabación para que registrase todo lo que sucedía en la habitación, por lo que mis deseos de continuar con la intensidad del interrogatorio tuvieron que ser reprimidas.

—Tiene mal aspecto. —Susurró Silas sobre mi hombro.

—Se resistió al arresto. —Él no sabría nunca si estaba así antes de llegar a la habitación, que no era el caso.

—¿Por qué? —La voz de Nydia nos atrapó a todos, aunque no esperaba que el tipo le respondiese.

—Porque lo mereces. —No fui el único sorprendido cuando el tipo le respondió. Ella lo había conseguido, le había hecho hablar. Ahora solo esperaba que le hiciese las preguntas que necesitábamos.

—Así que querías castigarme por algo malo que he hecho. ¿Puedo saber el qué?

—Eres la reina. —él lo dijo con desprecio. Pero ninguno se atrevió a decirle nada por ello. Nydia no quería interrupciones, y no iba a tenerlas, sobre todo porque estaba consiguiendo más de lo que yo había conseguido antes con métodos más cuestionables.

—Llevo dos coronas, ¿por cuál de las dos he sido juzgada? —Era una pregunta interesante, una que para mí era evidente la respuesta, pero no estaba de más hacerla.

—La que te ha convertido en nuestro verdugo. —Nydia ladeó la cabeza, como si le pidiese una concreción mejor. Él entendió, y bastante molesto le especificó. —La azul.

—Ah, ya. Así que dejar que me drogaran, que me rajaran la espalda con un cuchillo, y abrir las puertas del kupai para que todos lo que lo deseaban fuesen bendecidos, me ha convertido en un monstruo. —Lo dijo con claro sarcasmo, lo que descentró a nuestro interrogado.

—No, eso no... —El hombre sacudió la cabeza para sacar la confusión de ella. —Te has puesto esa corona para perpetuar la estirpe tirana que nos somete. —Casi escupió. Tenía que reconocer que le habían adoctrinado a conciencia.

—Perdona si te corrijo, pero yo no he puesto la corona en mi cabeza, he sido ungida con ella, no es que a mí me entusiasmara ponérmela, pero es lo que hay, así que no puedes acusarme de perseguir algo que no he deseado. Y tampoco creo que me conozcas como para saber los planes que tengo en mi cabeza ahora que la llevo puesta. —Tuve que esconder la mueca divertida que apareció en mi boca. Mi chica le estaba poniendo en su sitio tirando por tierra todos sus argumentos.

—Harás lo mismo que el resto. —arrugó su nariz con asco. Solo le faltó escupir.

—Y seguimos con lo mismo. Ya que sabes tanto sobre mí, ¿qué se supone que voy a hacer? —El hombre parecía cabrearse más, porque se estaba dando cuenta de que se estaba riendo de él.

—Mantendrás esta segregación entre castas anti natura, que te hará más rica mientras los que son como tú exprimen a sus siervos, los maltratan y vejan a su antojo.

—¿Qué separación de castas es esa que estoy manteniendo? —le preguntó inocente.

—La que dice que somos diferentes, que un siervo nunca podrá ser digno de ser bendecido, de tener posesiones u ostentar un cargo relevante. —Nydia fingió pensar sobre ello.

—¿Acabo de llegar y ya he hecho todo eso? —El hombre se estaba enfadando cada vez más.

—Lo harás, porque eres como ellos. —dijo con desprecio.

—Te equivocas. —Protea dio un paso adelante. —Mi nombre es Protea, y nací en una de las aldeas junto a los campos de cereales del este. Ella me eligió para ser la primera elegida. — Se separó la ropa para que él pudiese ver la gema brillando en su pecho. El tipo pareció pensar en ella, buscando una excusa que encajara con esa información y no desmoronara son convicciones.

—Será tu amante, como hizo Essus con esa concubina a la que puso al frente del palacio. —Como dijo Protea, había secretos que todo el mundo conocía.

—Siento contradecirte de nuevo, pero no me van las mujeres en ese sentido. —Sentí como mi pecho se hinchaba. No lo dijo en voz alta, pero el que compartía el lecho cada noche con ella era yo.

Vi como el hombre trataba de buscar más excusas, algo con lo que seguir culpando a Nydia para sostener su odio hacia ella. Era mi oportunidad de empujarlo hacia donde quería.

—Deja de inventar excusas. Afronta como un hombre que te has equivocado.

—No... —Pero su voz no sonó muy firme.

—Quiero que me des el nombre de todo el que te ayudó a cometer el atentado contra la reina. El que te suministró el arma, el que te dio la información de su ubicación... Quiero nombres, y los quiero ¡ya! —Su rostro se puso rojo, como si luchara por contenerse.

—¿Quién te dijo que lo hicieras? —Aquella pregunta de Nydia nos sorprendió a todos, él no había dicho que alguien le marcase el objetivo.

—Taras Noar, él... —Su rostro volvió a congestionarse, como si luchase con su propia conciencia por decir aquellas palabras. —Él...dijo que si tú morías liberaría a Lussa.

—¿Quién es Lussa? —preguntó Protea, pero él no contestó.

—¿De qué liberaría a Lussa? —preguntó esta vez Nydia. Él alzó el rostro para mirar a Nydia con un rostro apenado.

—De la servidumbre como nodriza en la clínica. —Bajó la cara avergonzado.

—Tú...—La voz de Kendal nos hizo girarnos a todos hacia él. —Eras tú el que fue a visitarlo a su clínica después de la ceremonia. —El hombre no dijo nada.

—¿Fuiste tú? —repitió Nydia la pregunta.

—Sí. —Kendal era toda la prueba que necesitaba para confirmar esa información. Aunque tampoco necesitaba eso, porque de alguna manera, Nydia había conseguido que confesara. Y sí, estaba seguro de que había sido ella, porque el hombre no respondía a nadie más que a ella. Era como si existiese un extraño vínculo que lo atase a Nydia y le obligase a decir lo que ella quería saber. ¿Sorprendido? Sí, lo estaba, pero no tenía tiempo para analizarlo en profundidad en ese momento, su vida podía volver a estar peligro de nuevo. Teníamos que ponernos en marcha y apresar a ese tipo, Taras Noar.

—¿Tienes suficiente? —preguntó Nydia a Silas.

—Sí. —asintió al decirlo.

—Entonces en marcha, esto no ha terminado. —A mi orden Kalos y Kendal se unieron a mí para ir en busca de ese tal Taras.

Las alas de Kalos nos daban una ventaja frente a la población, todo el mundo lo reconocería. Y yo tenía que ir para proteger a ese desgraciado de Kendal. El tipo de la habitación se había librado temporalmente de su rabia, pero esto no acabaría sin alguien hecho pedazos. No había nada más importante para un rojo que su sejmet, pero después de su pareja estaba su hermano. Y eso era lo que habían atacado, a la gemela de Kendal. Ninguno de los implicados estaría a salvo.

—Voy con vosotros. —Protea se puso a mi lado mientras caminábamos hacia la pista de aterrizaje.

—Te necesito aquí. —Su rostro contrariado me dijo que no iba a poder alejarla de la que ahora era su misión. Pero no contaba con algo que había pasado por alto, y era que ella conocía todo el sistema mejor que nosotros. Cazar una liebre es fácil, solo hay que perseguirla hasta atraparla, cualquiera puede hacerlo. —Tiene que existir un registro de ciudadanos o algo parecido, lo que tenga la policía, inmigración, lo que sea. Tú conoces como funciona todo aquí, tienes que encontrar toda la información que sea posible de ese tipo. Cuando lo traigamos para interrogarlo, necesitaré todo lo que puedas decirme sobre él. Ahí dentro tuvimos suerte de que identificaras el tatuaje, si habría tenido esa información antes me habría ahorrado unos cuantos golpes. Además, me vino bien para presionar los botones adecuados más tarde. —La miré directamente sin aminorar la marcha. Ella tardó un par de segundos en ceder.

—De acuerdo. Seguro que Essus tenía cerca un acceso a todos datos que necesitas.

—Veamos qué consigues antes de que regresemos. —La había lanzado un reto, y eso a Protea le encantaba. —¡Ah!, y si además nos das algo de seguimiento en tiempo real no estaría de mal. —Me encantaba llevar al límite al equipo, porque sabía que darían lo mejor de sí mismos simplemente por orgullo.

Santuario - Estrella Errante 2Where stories live. Discover now