Capítulo 23

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Rigel

—Regresa a mí.

Luché con todas mis fuerzas por hacer lo que ella me pedía. Mi voz interior gritaba ante la impotencia de cumplir su deseo, nuestro deseo. No podía abandonarla, ella me necesitaba. Pero mi estúpido cuerpo no me obedecía. Un fuego como no recordaba se apoderó de cada parte de mí, envolviéndome en un calor revitalizante. Era como si de repente cada célula de mi ser fuese llamada a despertar. Cada una que se alzaba me producía una extraña sensación pero que a la vez me era familiar, me sentía volar convertido en una bola de fuego sanador.

Pero aún así no podía ponerme en pie, ni siquiera abrir los ojos o emitir un pequeño gemido. Nada. Pero que mi cuerpo no se moviera no quería decir que mi mente no lo estuviera haciendo, o puede que fuese mi alma, mi espíritu, porque una representación de mí mismo se sentía elevarse más allá de aquella habitación, más allá de la atracción de la gravedad del planeta, para enviarme entre las estrellas, en un viaje más allá de los confines del universo conocido. Y cuando creí que no podía ir más lejos, mi conciencia regresó súbitamente a mi cuerpo. Mis ojos obedecieron con rapidez.

—¿Rigel? ¡Por el gran Kupai!, ¡ha vuelto! —Antes de poder enfocar mi visión, ya sabía que mi madre estaba allí.

—Madre. —Su sonrisa se volvió más nítida.

—Bien venido. —Traté de sentarme, pero mi cuerpo parecía necesitar más energía de la que tenía para hacerlo, por eso no rechacé su ayuda.

—¿Qué haces aquí? —Todavía dudaba de si era un sueño o no, aunque su contacto parecía tan real... Pero ¿qué hacía ella en la embajada?

—Parece mentira que no conozcas a tu madre. —Aquella voz llegó desde la entrada a la habitación.

—¿Henrry? —Se acercó hasta quedar unos centímetros detrás de mi madre, imposible que llegase a su altura porque ella estaba sentada sobre mi cama.

—Te veo y todavía no puedo creerlo. —Sus ojos no podían apartarse de mi pecho, así que bajé la cabeza para ver qué era lo que le tenía tan asombrado. Y ahí estaban, mis marcas de bendecido otra vez brillando de un rojo intenso, de un matiz más vibrante de lo que recordaba.

—Estoy bendecido de nuevo. —mis dedos se deslizaron con reverencia sobre las cálidas rocas.

—No es que el término sea correctamente médico, pero podría decirse que han resucitado, o más concretamente renacido.

—Como el Fénix. —Mi comparación pareció dejarles mudos un par de segundos.

—Si no recuerdo mal, pasar por una bendición te deja hambriento. —comentó Henrry.

—Estoy famélico. —Apoyé mis puños en el colchón para deslizarme y sacar las piernas de la cama.

—Lo suponía. Prueba esto. —Me tendió un recipiente de cristal con una tapa de metal, en su interior había una especie de sustancia de color rosáceo.

—¿Crees que esto me quitará el hambre? Soy un tipo grande. —Mamá sonrió a mi comentario. Comprensible, cuando desperté de mi primera bendición devoré el triple que un día normal. Aquel tarro ¿qué tendría? ¿medio kilo?

—Es un alimento muy energético, y lo han elaborado las abejas que me trajiste de tu última expedición. Si no recuerdo mal, el informe que me dejaste dijo que lo llamaban miel. —giré el tarro frente a mis ojos para apreciarlo mejor. No parecía gran cosa. —Vamos, ábrelo, está muy bueno. —Con lentitud giré la tapa. No tenía ningún cubierto a mano, así que hice lo que cualquier otro felino, meter la zarpa dentro. Tenía una textura pringosa, pero no olía mal. Antes de que se escurriese de nuevo al bote, metí mi dedo en la boca. Y ¡Ohhhh!, ¡maravilla!

—Está muy bueno. —alcé el bote un poco más arriba para apreciarlo mejor.

—Lo sé. No tenemos todavía mucha producción, pero pensé que si alguien merecía ser el primero en probarlo ese debías ser tú. —Su cabeza se inclinó hacia abajo ligeramente avergonzada. —Bueno el tercero. Nüd y yo fuimos los primeros sujetos de pruebas.

—Esto estaría genial con unas rebanadas de baobab bien crujiente. —Pensar en el plato que tanto le gustó a Nydia me hizo volver a ella. —¿Dónde está Nydia?

—Según las últimas noticias que tenemos ahora tienes que llamarla princesa. —Eso quería decir que Silas lo había conseguido, teníamos a nuestra heredera a un paso de ocupar el trono azul en el consejo de los Altos.

—Y eso nos lleva al asunto por el que estoy aquí. —Esas palabras me hicieron prestarle más atención a mi madre.

—Me tienes intrigado. —aseguré. No podía ser por mi situación de inconsciencia, no le habría dado tiempo a estar aquí ene este momento, así que...

—Tenías que haberla escuchado, su discurso me puso los pelos de punta. —miré confundido a Henrry.

—¿Tú estuviste allí? —él se encogió de hombros.

—Fui a dejarle el tarro de miel para que te lo diera en tu próxima visita, y me encontré en medio de una gran Asamblea de las dos gemelas rojas. Tu madre se las apañó para movilizar a todas las tribus y emplazarlas para venir aquí. —la sonrisa de superioridad de mi madre me decía que había sacado a la estratega política que llevaba dentro. Podía estar algo desentrenada, es lo que tiene la vida rural, pero mi madre era imposible de silenciar.

—¿Cómo les convenciste?

—Solo que teníamos una oportunidad de salir de este agujero, que la nueva reina azul conseguía su trono en el Consejo de los Altos había prometido ayudarnos con su voto. Al principio desconfiaron, ya sabes como son los políticos y los nobles, y tampoco es que el resto nos haya tratado demasiado bien desde que nos golpeó la peste negra. Pero les dije que ya habíamos pasado lo peor, podíamos arriesgarnos y seguir igual, o encontrar un aliado que cumpla con lo que prometió. Ella es la esperanza de que todo puede mejorar, o al menos lo era.

—¿Qué quieres decir? —sus dedos acariciaron con delicadeza las piedras rojas incrustadas en mi pecho.

—Ella era una promesa difusa, tu eres algo más que esperanza, eres la constatación de que es posible. Has regresado, eres un renacido.

—Pero fue ella la que lo hizo. —Estaba seguro de ello.

—Tendríamos que hacer pruebas para determinar cómo fue, pero doy fe de que es así. —ratificó Nomi. Escuchar que Nydia tendría que repetir lo que hizo conmigo para devolverla el color a su piedra... Puso en alerta al macho posesivo que llevo dentro.

—De ninguna manera voy a permitir eso. —Creo que mi voz salió desde mi pecho demasiado amenazadora.

—Están vinculados. —Que lo dijese una médica que conocía muy bien a los nuestros debía de ser prueba suficiente para mi madre y para cualquiera. Ningún otro macho se iba a acostar con mi mujer, antes lo descabezaría con mis propias manos.

—No necesitas decir cómo sucedió, sino que se ha hecho. Eso les dirá a todos los demás que es posible, y llenará de miedo los corazones de aquellos que nos trataron mal por estar malditos. El que teman nuestro regreso es un regalo casi más dulce que la esperanza de recuperar la vida de nuestras piedras protectoras. —Me puse en pie dispuesto a dar la noticia a todos los rojos.

—Entonces hagámoslo, convoca la asamblea de nuevo, diles que un maldito ha renacido. —Como esperaba al poner a mi nave el Fénix Negro, esta era la señal de que resurgiríamos de nuestras cenizas.

—Hay algo mucho más rápido y mejor que una asamblea. Ve al Consejo de los Altos y reclama tu puesto como vocal del pueblo rojo, haz que nuestra voz se oiga de nuevo. —Mucho mejor, sí.

—Entonces tendremos dos votos en el Consejo, el nuestro y el del trono azul. Comunícate con la asamblea, que todo rojo tenga el canal de la coronación en sus pantallas. Volverán a ver el trono rojo ocupado. —Mamá ladeó la cabeza mientras me miraba.

—Sí, cariño, pero será mejor que antes te pongas algo encima, no queremos que todo ser vivo del universo te vea desnudo. — miré hacia debajo para ver a mi orgulloso y hambriento apéndice sexual en todo su esplendor. Sí, mejor me ponía algo encima, pero en cuanto la oportunidad se presentase, iba a alimentarle como exigía. Solo había un plato del que estaba dispuesto a comer, pero esperaría todo lo que fuese necesario para hacerlo.

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