Capítulo 8

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Nydia

—¡Rigel! ¡Rigel! —Lo sacudí por los hombros intentando hacer que despertara, pero fue inútil. Bajo mis manos no era más que un muñeco de trapo.

Necesitaba un médico, así que salí de la cama en busca de ayuda. No iba a ir por ahí corriendo desnuda, así que cogí la sábana y me la enrollé al cuerpo de cualquier manera. Abrí la puerta de la habitación y miré a ambos lados del desierto pasillo, ¿dónde estaban todos?

—¡Ayuda!, que alguien me ayude. —Traté de pensar cual sería el camino que debía de tomar, cuando Rise apareció en el pasillo como si lo hubiesen lanzado contra la pared de enfrente. Estaba medio desnudo, pero no por eso parecía menos peligroso.

—Ya estoy aquí. ¿Quién nos ataca? —Trató de colocarme detrás de él, protegiéndome con su cuerpo.

—Es Rigel. —Aferré fuertemente la sábana con una mano y con la otra lo agarré del brazo para tirar de él hacia la habitación. Era más pequeña que él, y si no hubiese querido que lo arrastrara no habría podido, pero se dejó llevar.

Cuando estuvimos en la habitación, solté su brazo para ir hacia la cama. Rigel seguía igual.

—No se mueve. —Rise se acercó bastante desconcertado, como si no entendiese que había mal en ello. Seguro que pensaba que era normal que su hermano estuviese durmiendo en aquel momento, de hecho, todos debían estar haciéndolo a esas horas. Pero en cuanto zarandeé y no hubo reacción por su parte, Rise se puso a mi lado para tratar de despertarlo.

—Rigel, hermano. —Rise se agachó para escuchar mejor su respiración, y colocar sus dedos en su yugular. Algo que parecía lógico, pero que a mí no se me ocurrió. Estupendo Nydia, toda una futura reina perdiendo los papeles.

—¿Qué ocurre? —Nomi estaba entrando a la habitación, mientras el resto permanecía fuera esperando con rostro preocupado.

—Nosotros... Yo... —No solo me daba vergüenza explicar lo que estábamos haciendo delante de toda esa gente, sino reconocer que precisamente por ello lo había dejado así.

—Que alguien traiga mi maletín. —Podría ser muy del siglo pasado, pero aquí también los médicos iban con una pequeña maleta con todo lo que necesitaban para los primeros auxilios.

—Puede que mi oído hubiese mejorado gracias a la semilla, o puede que quién lo dijera no le importase si yo lo oía o no, pero escuché aquella frase con total claridad.

—Ha tenido que ser un revolcón mortal. —No sabía si el tono era de broma o acusatorio. Pero aquello me hizo recordar que la mayoría de las personas en aquella planta eran felinos o lobos, y todos ellos tenían un estupendo olfato. Seguro que Rigel y yo apestábamos a sexo. Cuando volví los ojos hacia Nomi la encontré observándome perpleja

—¿Se pondrá bien? —No podía perderle, no ahora que había encontrado a alguien como él, y mucho menos podría soportar que yo hubiese sido la causante de su...

—Está... está en sincronización. —No había escuchado antes esa palabra, pero hice lo mismo que el resto, mirar su pecho. Y allí estaba, algo que nos tenía todos desconcertados, sus marcas, sus piedras negras estaban parpadeando. Había una pequeña lucecilla roja que palpitaba en la parte más profunda, intentando salir a flote. Era como un pequeño corazón con un lento latido que nos decía que seguía vivo. Y respiré, convencida de que él se pondría bien.

—¿Y qué hacemos ahora? —Sentí mi cuerpo enfriarse, así que me coloqué mejor las sábanas. Pero no fui en busca de ropa, no podía irme de allí dejándole solo. Bueno, no estaría solo, pero yo no estaría con él.

Santuario - Estrella Errante 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora