Capítulo 1

1.6K 369 43
                                    

Rigel

Hay pocos sitios a los que un mercenario como yo no ha entrado, nuestro trabajo nos lleva a lugares de todo tipo. Al final acabas dándote cuenta de que si no has estado ahí antes, sí que has visitado un lugar muy parecido. Todos mis viajes me han dejado claro que si bien nuestro ancestro es diferente, al final nos parecemos demasiado en todo lo demás. Los Palacios tienen los mimos lujos y en los antros se mueven el mismo tipo de escoria.

Pero si había un lugar vetado para un maldito ese siempre sería un kupai, y con más razón lo sería el santuario más sagrado de todas las castas o razas, el gran kupai. Descubierto hacía unos pocos ciclos, no fue sino la exploración de las ruinas de una antigua civilización desaparecida hacía millones de años, lo que llevó a su localización. Arqueólogos, antropólogos y sacerdotes se repartían el control de los restos desperdigados por todo el planeta. No eran muchos, pero su estado de conservación hacía dudar sobre la edad de los mismos, y sobre todo el que aquel árbol, el origen de todos nuestros kupais, el gran padre, que todavía siguiera vivo era un gran enigma que los eruditos todavía se afanaban en desentrañar.

Caer en un planeta sin atmósfera respirable nos obligaba a caminar por su superficie metidos en aquellos cascos protectores. Cada vez se instalaban más cúpulas habitables, una nueva cada vez que se descubrían restos que explorar, o se abría una nueva planta de procesamiento; oxígeno, alimentos... Con el paso del tiempo seguramente se volvería a repoblar toda la superficie, convirtiendo este yermo planeta en un inmenso invernadero. No puedo decir que me gustara, pero estaba claro que nuestra especie buscaba expandirse tanto como podía, y poblar cualquier roca que encontrase en su camino era algo que llevábamos en nuestro ADN, creced y multiplicaos, y para eso necesitábamos espacio y recursos.

Como decía, penetrar entre las paredes de la cúpula del gran kupai no era algo que se me hubiese pasado por la cabeza, más que por la amenaza de muerte que podría conllevar ese acto para un maldito, por el riesgo que no deseaba correr. ¿Y si contaminaba al gran árbol blanco? Si ya éramos unos apestados ahora, entonces nos convertiríamos en los asesinos del pasado, de lo único que nos unía a todas las razas, lo que nos hacía no solo hermanos, sino iguales.

La cúpula protectora del Santuario era enorme, casi tan grande como una aldea grande. Cubría media ladera de una montaña, y terminaba justo en un el precipicio de un gran cañón. Y era precisamente por ese cañón por donde accederíamos al Santuario. La entrada principal estaba en la cúpula de la parte superior, pero como no podíamos entrar por allí lo haríamos por la puerta de atrás, en ese caso, por la del sótano. Silas había sido muy específico cuando nos indicó el lugar de acceso.

—Va a ser un infierno llegar hasta allí sin que nos vean. —Rise me tendió los prismáticos para que viese por mí mismo lo que teníamos al otro lado del cañón. Efectivamente, era una cueva en mitad de la pared, aunque se habían preocupado de preparar una plataforma para que los vehículos pequeños pudiesen aterrizar allí. El brillo azulado de la pared de contención me indicaba que había una atmósfera respirable al otro lado. Solo teníamos que atravesarla y podríamos quitarnos estos sudados cascos de protección.

—Creo que no esperan visitas aquí abajo. Aunque no puedo decir lo mismo de ahí arriba. —Señalé los puntos donde la cúpula superior tenía sensores electrónicos. La cueva del precipicio estaba apenas custodiada por un viejo sensor de proximidad. Apostaría a que solo era una manera de avisar que un transporte había aterrizado. Según la información de Silas, esa había sido la entrada utilizada cuando exploraron el territorio en busca de más restos arqueológicos, la sorpresa llegó cuando encontraron el árbol sagrado. Y claro, un descubrimiento así debía ser adornado con un acceso en consonancia a su importancia, por eso crearon un pequeño paraíso bajo la cúpula principal; cascadas de agua, vegetación exuberante... Todo lo que pudieron recrear con la información extraída de los restos encontrados.

—¿Una tirolina? —Rise controlaba la entrada del cañón como si esperase que alguien apareciese al otro lado.

—Tengo un arpón con un gancho en la mochila. —Me quité la carga de la espalda para revisar todo lo que íbamos a necesitar.

—Será divertido Nydia, como deslizarse por un tobogán. —Giré la cabeza para encontrar a mi mujer mirando asustada hacia el fondo del barranco. Ese sería un mal momento para descubrir que padece vértigo. Y no, no es lo mismo volar que suspenderse de un cable a esta altura. Rise estaba preocupándose por el miedo que ahora yo también notaba en su olor.

—¿Recuerdas nuestro vuelo en Maät?

—Sí. —Ella tragó saliva cuando volvió a mirar hacia el barranco.

—Pues esto va a ser igual de divertido. —Miré a Arcangel para dejarle claro que esta vez iba a ser yo el que la llevase conmigo. Íbamos a lanzarnos con unos deslizadores por un cable, no era necesario que él la llevase consigo.

Rise lanzó el arpón para que se fijara en la parta alta de la abertura en la roca, un pequeño salto y estaríamos en la parte de la plataforma más cercana a la pared, el sensor ni nos registraría. Solté la cuerda que ataba el arnés de protección de Nydia de Rise, y ajusté mejor mi cuerda para que apenas nos separase un par de centímetros. ¿Por qué ella estaba unida a nosotros dos?, porque caminar por aquella especie de sendero pegado al risco podía acabar con un mal resbalón, al menos para ella. Para un rojo, sobre todo para un felino, aquello era un paseo por el campo.

—No te preocupes, será algo rápido. —Apreté su arnés para pegarla tanto como pude a mi cuerpo. —Agárrate a mí. —Sus brazos rodearon mi cuello, mientras animaba a sus piernas a hacer lo mismo en mi cintura.

Rise descendió el primero, porque si había que deshacerse de algún vigilante, él no tenía una carga de la que preocuparse. Cuando llegó nuestro turno, aferré con fuerza a Nydia y salté con un pequeño impulso al vacío, dejando que el cable nos llevara hacia el otro lado. El método era rudimentario, pero al mismo tiempo económico y difícil de detectar porque no tenía componentes electrónicos que dejasen un rastro energético que se pudiese delatarnos.

Mis pies fueron los primeros en tocar a pared del otro lado. Nydia alzó el rostro cuando notó que nos habíamos detenido. Hasta ese momento, lo había mantenido metido en mi cuello. Ella no sabía que aquel era un gesto íntimo entre hombre y mujer, al menos en nuestra cultura, pero yo sí, y estaba encantado de sentir su respiración sobre ese trozo de mi piel.

Sus ojos me miraron interrogantes, sin atreverse a decir nada por si descubríamos nuestra posición. Era una chica lista. Miré hacia abajo, demasiado alto para una monita todavía convaleciente, podía lastimarse en la caída. Rise estaba esperando mi movimiento, y aunque no me gustaba cederle a otro macho el que era mi puesto, apreté los dientes y le hice una señal para que la recibiera.

—Rise te cogerá ahí abajo. Intenta no gritar. —susurré en su oído. Ella asintió, pero no pudo reprimir una inspiración profunda y entrecortada cuando solté su amarre.

Rise la tomó entre sus brazos con cuidado, como si fuese un bebé que caía del cielo. Podía estar anocheciendo, pero pude apreciar con toda claridad como la miraba con ese anhelo desconsolado del que ama en silencio. No podía soportarlo. Solté mi amarre y caí junto a ellos. Mis piernas soportaron la caída sin problema. Asentí hacia Rise, que parecía reticente a poner los pies de mi mujer en tierra, tomé a Nydia de sus brazos, y la deposité en el suelo. Casi un segundo después Arcángel aterrizó a nuestro lado. Sus alas estaban replegándose del todo, así que no tenía duda de que no utilizó el cable para llegar hasta nuestra posición.

Atravesamos la pared de contención de aire, cuando una figura conocida se acercó a nosotros desde el interior.

—Será mejor que nos demos prisa. Los accesos al kupai se cerrarán dentro de poco. —
En otras palabras, nos íbamos a encerrar allí dentro durante todo el turno de descanso de los trabajadores de aquel área. La noche iba a ser nuestra aliada. Y rezaba porque el amanecer nos trajese a una Nydia bendecida.

Santuario - Estrella Errante 2Where stories live. Discover now