¡Romántico!

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La puerta se abrió de forma suave, y como habitualmente hacía, Rox se recostó en la cama, a lado del muchacho. Pero no era Roxana. El joven sintió por primera vez un miedo visceral en su corazón - no su habitual ansiedad existencial, sino el simple temor de poder dejar de vivir, que hace que todos seamos iguales. El corazón se le salía del pecho, sudaba frío y estaba petrificado. Luego de unos segundos, nuevamente retornó a su carácter calmado y  volteó a ver a esa chica sin nombre.

- Me disculpo por haber entrado así. Soy tu nueva vecina, y mi nombre no importa, al igual que a ti no te importa el tuyo. - dijo la chica mirando fijamente al techo, con total calma, casi sin emociones.

Ella era perfecta... en realidad, ciertamente no lo era, pero esa palabra apareció con claridad en la mente del muchacho, y se grabó con fuego en su pensamiento. Su piel era blanca, pálida, pero aún así con unas mejillas coloradas. Pómulos marcados, acariciados por un lacio cabello negro, que enmarcaban perfectamente sus grandes ojos negros, los cuales tenían una mirada vacía, que le era tan familiar a él. Era alta, incluso más que Roxana, y aunque bastante delgada y de caderas estrechas, su blusa blanca dejaba entrever unos pequeños pechos que parecían andar libres sin sostén. Absurdo como era todo, él no se lo cuestionó, y la recibió en su vida como si siempre la hubiera estado esperando.

Volviendo a su habitual calma respondió con voz monótona:

- Bienvenida a mi hogar, te esperaba. Yo soy... 

La LechuzaWhere stories live. Discover now