El campamemto

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Las sombras de una habitación con paredes de madera eran lo poco que se veía de aquel lugar, se apreciaban varias literas, pero ellos se encontraban en el suelo. Aún desconcertada, Luan intentó incorporarse. El tener los pies atados no le facilitaba la acción, pero había logrado adquirir el hábito de empezar a buscar fallos en las cuerdas que ataban sus manos a la espalda. Por suerte, parece que sus captores no eran precisamente buenos con los nudos, podía girar con facilidad las muñecas y empezar a aflojar las ataduras.

- !Eh¡ Hazme caso, payaso. Tenemos que...

- Ssshhh... Calla Chandler. Que no sepan que estamos despiertos.

Luan cortó la frase del pelirrojo con un susurro fuerte, su compañero mostró su habitual cara de molestia pero no abrió la boca de nuevo. Al otro lado de la habitación Zan parecía empezar a despertar y empezaba a emitir quejidos antes incluso de abrir los ojos.

Siguiendo con su tarea, la joven Loud consiguió hacer pasar uno de los pliegues de las ataduras de una mano a otra. Solo debía repetir aquello un par de veces más y tendría las manos libres. Tan solo se distrajo un momento cuando vio como el pelirrojo empezaba a retorcerse, encogiéndose y estirándose como si de un gusano se tratase para llegar a donde se encontraba Zan. Los susurros que utilizaba para explicarle la situación a su compañero eran suficientemente bajos como para no escucharlos con el leve sonido de las cuerdas siendo arañadas, movidas, estiradas o contraídas.

Con las manos finalmente libres, se apresuró en buscar en su ropa alguna de las diversas navajas que solía esconder. No le sorprendió comprobar que la mayoría habían desaparecido. Sus captores seguramente los registraron antes de atarlos, aunque su registro no había sido exhaustivo. Aún le quedaban dos, una en su ropa interior y la otra en el interior de la deportiva izquierda. Estas no eran muy grandes, pero eran suficientes para cortar las cuerdas que le unían los pies.

Una vez libre, se acercó a sus dos compañeros y liberó las manos de Chandler. Le dio una de las navajas para que él mismo liberase sus pies mientras ella utilizaba la otra para liberar a Zan.

La primera parte estaba completada, estaban libres pero seguían encerrados. La puerta era a simple vista una puerta de madera cualquiera, con un pomo redondo el cual tenía una cerradura en medio. Era una cerradura simple, Leni le había enseñado como se podían abrir con solo un albre torcido o una horquilla para el pelo... Pero eso jugaría en su contra. Tomó por los hombros a sus compañeros y acercó sus cabezas a la suya.

- No sabemos lo que hay fuera, cuántos son ni como de preparados están. Salir ahora sería una locura... Pero ahora podemos emboscarlos, tarde o temprano vendrán a revisar si estamos vivos. Y entonces...

A penas había terminado de dar las instrucciones a los dos chicos, que escucharon voces que se acercaban. Rápidamente tomaron posiciones y aguardaron. Se sumieron en completo silencio atentos a los lejanos murmullos que se acercaban. Pronto las voces se volvieron fácilmente entendibles.

-...ontoya, tú mataste a mi padre. Prepárate a morir.

La tensión se elevó al entender completamente esas últimas palabras. Una vez abrieron la puerta todo fue muy rápido. Un hombre alto accedió a la habitación y antes de poder reaccionar Chandler le saltó encima, con todas sus fuerzas lo atacó golpeándolo con el mango de la navaja. El hombre, por instinto se llevó la mano a la zona golpeada y quedando desprotegido. Zan se apresuró en ayudar a Chandler y tomar al adulto de las piernas haciéndolo caer de espaldas al suelo. El shock de la situación hacia que un chico joven que acompañaba al adulto no pudiese reaccionar a tiempo, Luan aprovechó está confusión para tomarlo desprevenido y retorcer uno de sus brazos a la espalda mientras le ponía la navaja en el cuello.

La risa finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora