La calma

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- Se que no te encuentras bien, pero haz un esfuerzo. - el joven peliblanco le acercó más el plato - Vamos, come aunque sea un poco... Ya te avisaron de que debías evitar ese comportamiento pero tu...

Por respuesta, el hombre solo apartó la mirada. El joven peliblanco dejó en el suelo un pequeño plato de papas con carne guisada, la ración era la de un niño pero era mejor eso que nada. Aquel tipo ya llevaba una semana sin apenas comer nada, solo se giró y se encogió abrazando algo.

- Lame-o déjalo. Hay casos perdidos y este estúpido es uno de ellos. Es la tercera vez que "La Jefa" ordena arrancarle un dedo y aún con eso ya vuelve a tener 2 avisos. Déjalo y acabemos nuestro trabajo.

Con un rápido movimiento Ronnie le lanzó una de las escobas que llevaba y cubría su rostro con un pañuelo a modo de mascarilla. El muchacho peliblanco resignado se alejó algo abatido, cubrió su boca y nariz con otro pañuelo parecido al de Ronalda y ambos subieron al ático donde empezaron a limpiar la suciedad de la multitud de jaulas de las palomas.

- Eres demasiado blandengue, hacías lo mismo con el idiota de Chandler y solo te agradecía con polvos picapica en el cuello o cosas similares. No deberías acercarte a ese tipo, sabes que es un peligro.

- Lo se Ronnie, pero... *suspiro* por lo menos si no fuese de utilidad, no me molestaría en intentar ayudarlo. Él siempre cumple con su parte del trabajo, no creo que sea tan mal tipo. 

- Todos cumplimos... - rodaba molesta los ojos mientras hablaba -  Ya sabes que yo tengo un aviso por saltarme un par de veces la faena...

-Si, te pusieron conmigo y desde entonces no te lo saltas nunca. - le decía guiñándole un ojo a la joven latina la cual se sonrojó al instante.

- ¡Cl-claro que no! No quiero perder ningún dedo por saltarme el trabajo... Pero ese tipo en cambio....

La puerta del ático se abrió de golpe y un hombre apareció hurgándose los dientes con un puñal.

- Scucha mozo, la jefa quie que la vayas a ver esta noche tra vez. Asín que ya sabes, acaba de limpiá el palomá, agarra algo de protessión y haz que pa mañana la tengamos más relajá. - Joe no parecía muy contento a la hora de dar las noticias, mas bien parecía algo abatido.

Ronnie Anne agarró con fuerza la escoba y miró con algo de tristeza al joven peliblanco el cual parecía temblar y encogerse al escuchar aquellas palabras. Tragó saliva intentando deshacer le nudo que se le había formado en la garganta.

-Gra-Gracias Joe, di-dile que me tendrá allí en cuanto terminemos la limpieza que nos ordenó.

- Se lo diré. Mi Brandine m'habia perparao un bocaillo de carne asá pero te lo vi a dejá aquí. Mejó que recuperes algo de fortitú antes de ir pá allá.

Tras dejar al lado de la puerta de acceso un paquete envuelto en hojas de periódicos viejos, el hombre de pantalones tejanos y camisa militar desabrochada se dio la vuelta y bajó nuevamente por las escaleras. La joven latina no tardó en acercarse a su amigo y poner l amano en su hombro.

- Esa tipa critica y castiga a la gentuza como al desperdicio al que le dabas antes tu comida, peor ella hace lo mismo.¿Por que se ha vuelto así?

- No, Ronnie, no es lo mismo. Ya sabes la regla, aunque seamos pequeños, podemos hacerlo. Solo esta mal vist... Solo está castigado que nos obliguen a hacerlo.

- Lincoln... Por favor, debes negarte. Ya es la cuarta vez esta semana...

- Sa-Sabes que no puedo negarme. So-Somos muy pequeños para hacer algo de verdadero provecho en el asentamiento y no quiero que nos pase n-nada malo... - mientras hablaba sus manos apretaban cada vez más fuerte el palo de la escoba.

La risa finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora