La nueva vida

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*2 meses después*

Luan se hubiese llegado a sentir algo cómoda con la camiseta de diversas tallas mayor que ahora llevaba, por lo menos le servia de playera y evitaba que se mostrase que no llevaba ni falda ni pantalón. En verdad, en aquellos momentos se sentiría cómoda si no fuese porque se encontraba amordazada y atada a una silla aún en el mismo bunker, desde que se despertó en aquel lugar no ha podido salir... Y desgraciadamente no va a poder salir de allí pronto. Se encontraba encerrada en aquel bunker de 4 salas. La zona de las literas, la zona del baño, la zona de la cocina y la zona en la que se encontraba ahora.

- Vamos Luan, debes apresurarte, antes de que regrese... - la joven humorista se animaba mentalmente mientras retorcía su cuerpo intentando librarse de las ataduras.

Extendía sus brazos, volvía encogerlos buscando aflojar levemente la tensión de las cuerdas, movía sus hombros intentando recordar como lo hacia cuando sus hermanas la ataban para evitar sus bromas antes del 1 de abril. A momentos lanzaba un vistazo a un banco de trabajo que había en la pared de aquella sala donde ahora restaba un arma de fuego. El hombre de pelo oscuro había dejado allí la pistola después de atarla y se había ido a la zona de la cocina.

Se esforzó todo lo que pudo evitando hacer ruido, tras varios minutos logró liberar una de sus manos. A partir de ahí fue todo más sencillo, logró quitarse la mordaza y empezó a desatar una de sus piernas, el nudo que había utilizado aquel tipo era realmente resistente pero sus uñas se las arreglaron para colarse entre los pliegues y empezar a aflojar el nudo. Solo alzar su cabeza vio como el cañón de un arma le apuntaba directamente a la cara.

-*hiiiiiissss* *haaaaaaaaahhh* ¡¡BANG!! ¿Pensabas que escaparías? Jejeje.

El rostro de la joven castaña se ensombreció, luego palideció, estaba segura de cual seria su castigo y notó como las nauseas la invadían poco a poco. Aún y estando algo alejado, la humorista podía sentir el aliento del hombre cuando respiraba haciendo ese sonido.

-*hiiiiiissss* *haaaaaaaaahhh* Vamos mujercita, esta noche te relajaré con mis dedos como a ti te gusta. Pero solo si te portas bien y cumples lo que te toca.

Había estado tan cerca, si tan solo hubiese tenido un par de minutos más... Aquello era realmente molesto, no quería tener que hacerlo de nuevo. Era algo que detestaba, algo que la repugnaba.

Había perdido y ahora le tocaría frotar a mano la ropa sucia de ambos con aquella pastilla de jabón marrón que parecía no menguar por mucho que la usaban. Tendría que volver a soportar aquella olor a sudor similar a la de los pies de su deportista hermana.

- Klaus, no se vale, me has dejado menos tiempo... - la joven comediante terminaba de desatarse mientras dirigía una mirada molesta al hombre.

-*hiiiiiissss* *haaaaaaaaahhh* Sabes que no hay un tiempo establecido, nunca sabes cuando pueden regresar tus captores. Debes estar preparada para todo antes de que el cierre de seguridad del bunker nos permita salir.

La joven Loud no presentó más quejas, pero se marchó malhumorada a recoger el cesto de ropa sudada y llevarlo a la zona de las duchas, donde le tocaría frotar a mano cada prenda y después colgarlas de una cuerda para que se secaran. Mientras frotaba, la chica recapituló los dos meses que había pasado allí encerrada.

Aún recordaba el terror que sintió cuando el hombre semidesnudo se le acercó pidiéndole que se desvistiese. Tras el terror de ver a su padre convertido en una especie de animal rabioso y ver como gente moría delante de sus ojos, el creer que seria sodomizada por algún tipo de pedofilo la aterró al extremo. Solo recuerda ponerse a gritar a pleno pulmón, no sabe si durante 5 minutos o durante media hora, solo gritaba y gritaba con los ojos cerrados. Cuando su garganta ya le dolia demasiado como para seguir gritando, vio como el hombre de mal humor retiraba sus rechonchas manos de las orejas.

La risa finalWhere stories live. Discover now