8. Hasta la tumba

14.1K 913 215
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Los monstruos la habían seguido hasta el mundo de los sueños. La muerte la perseguía. Estaba en un campo de batalla ¿o era una cabaña? Alguien gritaba. Ella gritaba. El dolor la estremecía de los pies a la cabeza. Era fuego en sus venas. Voraz y fatal. Se vio doblegada mientras bebía de ella. Se vio después con una espada en la mano, centelleante mientras la blandía en un arco perfecto, con las lágrimas bajando por sus mejillas. Rebanar una cabeza siempre era tan duro...

Regresó otra vez a la cabaña, olía a podredumbre, a todo lo perverso. Se hundía. Durante un instante, murió un poco. Lo deseó de verdad. Sin embargo, no podía. No estaba sola. Sentía aquella presencia en su interior: cálida, palpitante. Volvió al campo de batalla. Un niño de pelo oscuro y ojos plateados gateaba entre los cuerpos mutilados, con los dulces hoyuelos manchados de sangre. Paseaba entre la carnicería como si la guerra hiciera parte de él, como si fuera su patio de juegos. Desesperada, Nina arañó hacia la superficie.

Su grito fue tan estridente que James, distraído al consultar sus redes sociales, casi dejó el teléfono caer. Lo atrapó en el aire, después lo dejó a un lado para centrarse en ella con ojos oscuros.

La mirada verde estaba clavada en lo alto, en las filigranas de yeso negro que formaban un bosque frondoso en el techo. Su respiración eran jadeos profundos; estaba tan pálida como una luna invernal.

Dedo a dedo, James deshizo su agarre sobre las sábanas y le acarició el dorso de las manos con los pulgares, hasta que recuperó algo de color.

—¿Un mal sueño? —preguntó con suavidad. Nina tardó en contestar, y cuando lo hizo su voz sonó ronca, frágil como un papel quebradizo.

—Si llamas mal sueño a estar en un campo de batalla con mucha gente muriendo alrededor... Sí, lo fue. Aunque esa no es la peor parte. —Desvió la mirada del techo hacia su compañero, a la vez que retiraba las manos para cubrirse el vientre—. Había un niño jugando entre los cuerpos, creo que era uno de nuestros hijos. Después soñé con ellos. Con él.

James no necesitó que se lo aclarara; sabía reconocer el pánico bailando en sus labios. En aquel momento empapaba la habitación: ácido, corrosivo, impregnando la runa de enlace hasta alcanzarlo a él. Se estremeció ante el primer empuje, pero contuvo el dique porque alguien tenía que hacerlo.

Le limpió las lágrimas.

—Has pasado por algo bastante feo hace un par de días. No es raro que esos recuerdos salgan a flote o que se mezcle con tu miedo por el embarazo.

—¿Un par de días?

—Ayer dormiste todo el día. Pensamos que era mejor dejarte descansar. —Enrolló los dedos en un mechón de su pelo y encontró su camino hasta la nuca, en un gesto tan protector como posesivo entre los suyos—. ¿Cómo te encuentras?

—Como alguien que ha dormido un día entero tras ser atacada por dos hombres lobo. —Se frotó el cuello con un hombro sin darse cuenta—. Ojalá hubiera soñado con ellos y no con él. Siento su aliento en mi cuello como si acabara de ocurrir.

Aullido de resplandor [NO ESTÁ COMPLETA. Pausada hasta nuevo aviso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora