VEINTITRÉS

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Belzer obligó a los prisioneros a plantar rodilla ante el rey, éste, a su vez, desde la comodidad del trono, los miraba como si se trataran de un par de cucarachas saliendo por el desagüe. Despacio, Lux alzó la vista y dejó relucir el moretón que el demonio de la acidia le había plantado en el rostro, por el rabillo del ojo, distinguió a Axel temblar de pies a cabeza; el mortal no se atrevía a mirar al rey usurpador.

Belzer permanecía de pie junto a ellos, firme y con las manos entrelazadas a sus espaldas, como si fuera una estatua. Por otro lado, Evol observaba en silencio desde la seguridad de una columna; tenía tanto miedo como Axel, quizás hasta más. La soberbia había desquiciado a su hermano.

—Si creíste que no te descubriría —comenzó Eccles, apretando el puente de su nariz—, debes ser más estúpida de lo que aparentas.

—¡No es estúpida! —bramó Axel en un repentino ataque de valentía. Detestaba que insultaran a sus amigos. Lux, por su parte, palideció y le pidió que guardara silencio, de lo contrario, las represalias serían peor—. Es más lista de lo que crees —continuó, ignorando las órdenes del demonio—, y sí que te engañó. Lleva una semana...

Belzer silenció al mortal de un golpe en la cabeza. El joven cayó inconsciente y Eccles se lo agradeció con aburrimiento. Lux gateó hasta él, temerosa de que el daño fuera grave. Con delicadeza, lo acunó sobre su regazo.

—Axel... Axel —lo llamaba con palmaditas en el rostro. Posó el índice cerca de su nariz para comprobar la respiración. Aún vivía—. Descuida, saldremos de ésta. Buscaré la forma de sacarte de aquí...

—No hagas promesas vacías, hermanita —sentenció Eccles. Sus botas repiqueteaban con cada paso. Lux lo miraba con furia, deseosa por clavarle las uñas en el rostro—. Será mejor que te preocupes por ti.

—Has lo que quieras conmigo, pero déjalo fuera de esto.

—Veo que le has cogido un cariño especial a ese mortal —indicó el usurpador, toqueteando el cuerpo de Axel con la punta del tridente—. Temo que no será posible. El mortal es un seguro para que el mestizo venga hasta nosotros.

—Led no tiene nada que ver contigo... Sólo hizo un pacto con Rakso para recuperar su alma.

—Interesante —Eccles frotó su mentón y Lux se tildó de estúpida por haber abierto la boca—. Pero debes saber que ese mestizo sí tiene que ver conmigo... De hecho, tiene que ver en todo. Led Starcrash es una pieza fundamental del mundo espiritual.

Lux no le encontraba sentido a aquella afirmación. ¿Por qué Led era tan importante para Eccles? ¿Qué podía pintar el mestizo en sus planes?

—Pero eso es algo que no podrás presenciar, traidora —prosiguió, alzando el rostro de la joven con el tridente. El metal le escocía la piel—. Admito que fuiste muy lista. Usar tus clones para vaciar las arcas de Anro y entregarle el dinero a Blizzt para pagar la piedad de El Exterminador, fingir estar de mi lado, conspirar con Blizzt para interceptar el ataque de Belzer y ayudar a Rakso en su aventura... Estoy bastante impresionado, de verdad. Es una lástima que no le pagaras a El Exterminador por su silencio.

El demonio de la lujuria se reprochó aquello, un error garrafal que desató terribles consecuencias sobre las personas que más le importaban. Sus puños se cerraron con fuerza, y apretó a Axel contra su pecho.

—Supongo que otro período en cautiverio te vendrá bien.

La joven palideció, pero se recompuso al instante. A pesar del horror que le deparaba, no se dejaría aplastar por el miedo, alimentar la soberbia de Eccles era lo último que pensaba hacer.

El coraje de Led al enfrentarse a lo desconocido; la fuerza de Axel y Olivia al hacer frente a sus problemas cotidianos y a los eventos demoniacos; la determinación de Rakso al arrojarse contra el peligro sin sus habilidades... Todos ellos habían salido victoriosos de sus horrores, y eso la llenaba de esperanza, la llenaba de fuerza. Si ellos vencieron, ella también lo haría.

Los Siete Pecados Capitales: Príncipes Infernales (Libro 1)Where stories live. Discover now