DIEZ

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Lo miraba sin pestañear, aspirando cada bocanada de terror que exhalaba su temblorosa presa. Quien en el pasado fue un abusivo que arruinó cientos de vidas, ahora lloraba y suplicaba por la suya.

Soltó una risa gutural, cargada de veneno y deseo de venganza. Sus zarpas recorrían la delicada piel de aquel saco de carne que no sabía más que sollozar. Lo disfrutaba, era una cucharada de su propia medicina, pero deseaba más...

—Perdóname —suplicó.

El piso debajo de ellos se abrió y ambos cayeron a la oscuridad absoluta. El joven gritaba con horror, y, aun sobre su presa, la criatura aprovechó la oportunidad para acariciar la quijada del muchacho y arrancársela de un único tirón. La sangre salpicó por todos lados y la oscuridad los devoró.

—Sabes que lo deseas, Led Starcrash —habló la criatura desde las sombras.

***

‹‹Nos vemos más tarde››, leyó Led la nota que su compañero de cuarto había dejado en la mesita de noche junto a su móvil.

Arrugó el papel y decidió alistarse para su compromiso del día. Aquella mañana no habría lugar para Rakso, ni para las energías demoniacas ni mucho menos para sus pesadillas, a pesar de que su repertorio contara con una nueva: Jackson Brown. Led se detuvo a pensar sobre aquel sueño, pero al instante sacudió la cabeza para evaporar las imágenes.

Una ducha fría, un suéter azul como el de sus ojos, unos vaqueros oscuros, zapatos deportivos y un gorro de lana; aquella mañana su cabello se reusaba a ser peinado. Cuando ingresó a la salita, su madre ya había servido el desayuno y apilado las cajas junto a la puerta, en silencio, bebía una humeante taza de café desde la comodidad de un sofá mientras miraba las noticias en un viejo televisor.

—Buenos días —saludó el joven, tomando asiento en su lugar del comedor. Un vaso de zumo de naranja y un enorme plato repleto de huevos revueltos y tocino lo esperaban con su delicioso aroma. Hacía mucho tiempo que no despertaba con tanta hambre y lo atribuyó a la carrera del día anterior.

Le dio un trago a la bebida y dirigió su atención a la pantalla para ver qué era lo que mantenía tan absorta a su madre.

—¿Te habías enterado de esto? —preguntó Christine, fascinada con la transmisión matutina del momento. Tomó el control remoto y le subió el volumen al televisor.

—En clase no paran de hablar sobre el tema —comentó, masticando un trozo de tocino y sintiendo una súbita pesadez en el aire.

En el televisor, el presentador de las noticias hablaba sobre la misteriosa tormenta eléctrica que surcaba los cielos de París, lo que hacía interesante al fenómeno era que tenía lugar todas las noches, a la misma hora y se prolongaba exactamente durante una hora, ni un minuto más, ni un minuto menos; era un tema que mantenía absorta a la comunidad científica.

—Sin duda, es un caso sin igual —comentaba el hombre de las noticias con el cuadro de una imagen de la anomalía a su lado—. Cientos de imágenes y videos siguen inundando las redes sociales, lo que ha convertido a la tormenta en toda una tendencia.

—Así es, Mark —corroboró su compañera de estudio—. La tormenta inicia y culmina a la misma hora, lo que ha provocado que los ciudadanos de la capital francesa aguarden en las calles o desde los balcones de su residencia para contemplar el espectáculo. Por fortuna, los daños que suelen reportarse son mínimos, pero los expertos siguen estudiando el misterioso fenómeno...

Christine apagó el televisor y Led se lo agradeció. Ya estaba cansado de escuchar sobre la misma noticia una y otra vez.

El teléfono del muchacho chilló, no necesitaba forzar su mirada en la quebradiza pantalla para saber que Olivia era la causante del estrepito.

Los Siete Pecados Capitales: Príncipes Infernales (Libro 1)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang