—No, solo... es... curiosidad—me encogí de hombros.
Amy se encontraba a unos metros de nosotros, coqueteando con uno de los chicos del equipo de fútbol mientras la esperábamos sentados en las gradas, replanteándonos la existencia.
—Creo que necesito escaparme unos días, lejos de este pueblo—aporté. Acampar en algún sitio con ellos me resultaba una idea fascinante desde siempre. Solo nosotros tres y nadie más. Como fue desde que nos conocimos. Podremos no ser las mejores personas del mundo, pero eran lo único lindo de toda esta mierda.
Luego de unos segundos, Enzo contestó.
—Si lo he pensado, sobre todo desde que falleció mamá—suspiró, acomodándose el flequillo. Ya debía cortárselo, se lo estaba dejando demasiado largo y a cada rato debía corrérselo de la frente para poder ver como una persona normal—, cada vez que tengo el auto de mi padre me dan ganas de conducir sin parar, hasta llegar a uno de esos lugares que a ella tanto le gustaban, como México o algo así.
—Le gustaba viajar, ¿no es así? —inquirí con una sonrisa triste, a lo que él asintió melancólico.
No pude evitar arrastrarme un poco de mi lugar para quedar más cerca y que nuestros tenis y rodillas estuvieran rozándose. Enzo pocas veces hablaba abiertamente de su progenitora, aparte de lo obvio quiero decir. Nunca lo presionamos porque no tenemos idea de lo que se siente, y suponemos que si no la nombra entonces es mejor nosotras no tocar el tema, pero quizás necesitaba hablar con alguien y no encontraba la forma de hacerlo.
—No me harás llorar hoy, estúpida—carcajeé ante su comentario y lo abracé por los hombros para acercarlo a mi persona, y su brazo rodeó mi cintura aceptando el gesto con cariño.
Parecía un gatito.
—Algún día podremos irnos, May—prometió besando mi coronilla, para luego apoyar su cabeza sobre la mía—, y recuerda que siempre estaré para ti.
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—¿BOTAS O TACONES?
Dejé de repasar una coreografía en mi mente para prestarle atención a mi mejor amiga quién me mostraba los dos calzados respectivamente. Ambos de color negro y luciendo ridículamente incómodo por igual.
—¿Sabías que vestirte de una chica playboy no entra en la parte de la temática de la fiesta?—opiné con una mini sonrisa burlona, observando como la rubia resoplaba molesta.
Amy en sus días no era lo que se consideraba como paciente o amable y yo tampoco era lo más colaborativa con eso si se preguntan.
—¿Botas o tacones?
—Estas—señalé las botas altas a lo que la ojiazul sonrió estando de acuerdo. Se fijó en la hora y, efectivamente, llegábamos tarde. Cassie y Lexi habían salido hacía media hora con las demás luego de burlarse del disfraz de la segunda y seguido de eso, escuchar insultos por parte mía diciendo que Lexi lucía sensacional.
