«Día 180 de 365» (sin corregir)

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                                                  «Día 180 de 365»

— ¿A dónde vamos? —pregunté por enésima vez.

Hiccup rio por enésima vez y me dio un beso en los labios.

Tenía mis ojos vendados, mis manos extendidas hacia adelante y caminaba con la cabeza en alto intentando ver algo. Hiccup me guiaba, a veces me tomaba las manos y me jalaba hacia dónde debía ir o me ayudaba cuando me estaba por caer.

¿Dónde estamos? Por el olor, el clima y el sonido de las ramitas partiéndose cada vez que camino, supuse que estábamos en una especie de bosque o algo así.

Llevamos al menos unos veinte minutos caminando. Iríamos más rápido si no tuviese esta venda y pudiera ver, pero Hiccup insiste en que sea una sorpresa.

Él siguió guiándome, me sorprende su paciencia. Se ríe bastante, debe ser por mi forma de andar, también por mis muecas, expresiones y algunas preguntas obvias o amenazas que le hago con que me deje ver hacia dónde vamos.

La orientación se me fue de un momento a otro y comencé a tambalearme. Caminé apurada para no caerme, pero estaba segura de que lo haría.

— ¡Hiccup, me caigo! —le dije, pero ni bien terminaba la oración, ya tenía las manos de Hiccup sujetándome y ayudándome a mantener el equilibrio.

Bien, un ser humano suele ser muy torpe cuando no puede ver, y yo, soy diez veces más torpe cuando no puedo ver.

— No te vas a caer, yo estoy aquí —dijo para luego darme un beso en la mejilla—. Ya casi llegamos.

Acto seguido, no sentí más el viento. Sabía que estábamos en el bosque de General Belgrano, y sé que es un bosque con muchos árboles alrededor y todo eso, pero ¿no sentir el viento?, ¿ni siquiera una pequeña brisa? Hiccup rio al ver mi cara de confusión total.

Hiccup volvió a tomarme de las manos y comenzó a caminar hacia quién sabe dónde con lentitud para que yo no me cayera. Rápidamente paramos. Me soltó las manos y se puso detrás de mí.

— Llegamos.

Me desamarró.

Al abrirlos, no vi nada por tanta luz, pestañeé un par de veces y miré hacia abajo para adaptarme completamente. Alcé la mirada.

Un lago había frente a mí. Ese lago no era tan grande ni tan chico, encajaba con el lugar.

Estábamos sobre lo que podría parecer un cráter que cayó aquí y dejó esa forma redonda e inmensa. No había árboles en ésta parte circular, algunos arbustos y pastos, pero nada más. La parte de arriba seguía igual. El lugar era pacífico y cálido. Nunca vi esta parte en mi vida. Y odio el hecho de no haberla visto antes. Es hermosa.

Me giré hacia Hiccup, le estaba por decir lo lindo que era el lugar, pero me mordí la lengua al ver el atril de madera y a él en una distancia algo larga. Él tenía un pincel en la mano, una sonrisa pícara y un delantal puesto.

Abrí ligeramente la boca con una sonrisa.

— Hiccup, yo no... —me interrumpió.

— ¡Apapap! —dejó sus pinceles sobre el atril y se acercó, me tomó el rostro con ambas manos y me apretó un poco los cachetes—. Quieras o no, te volverás mi inspiración.

Sonrió y me dio un beso en los labios, caminó hacia el atril con todo su equipo de pintura y las cosas que le regalé. Me sobé un cachete.

Él me miró y se mordió el labio inferior, como siempre hace cuando se concentra. Tomó un lápiz y comenzó a dibujar. Tomé una bocanada de aire y dejé mis hombros caer a los lados quedando relajada.

Mericcup: 365 Días para NO enamorarme. (Corrigiéndose)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora