—Olivia ya está saliendo de Queen Anne —le informó a su madre, mientras apuraba su desayuno.

Sin distracciones, los Starcrash consiguieron terminar en tiempo récord su desayuno y lavar la loza. Diez minutos más tarde, ya se encontraban en la entrada del edificio tomando un respiro para seguir con el segundo recorrido.

Aquella mañana, Seattle había amanecido radiante, sin una nube a la vista, y Pioneer Square no era la excepción, una señal de que sería un buen día, lo que Led deseaba con todas sus fuerzas. Una vez recuperado el aliento, madre e hijo volvieron a cargar su respectiva columna de cajas y se enfilaron entre el tumulto de personas que transitaban de un lugar a otro sin prestarle atención a quien podrían llevarse por el medio. La ruta que habían seguido estaba cercada por edificios y larguiruchos árboles que proyectaban sombras sobre los transeúntes, era bastante amplia y los vehículos tenían el paso prohibido, facilitando así la larga caminata que se desplegaba frente a ellos.

Una vez que dejaron Main Street a sus espaldas, Led comenzó a respirar con tranquilidad en cuanto avistó el verde de los árboles desplegándose sobre su cabeza y alrededor de la plaza; los rayos del sol se filtraban con delicadeza entre los edificios y el follaje, lo que le brindaba a Occidental Square un aire de misticismo. Al otro extremo, divisaron una imponente camioneta negra aparcada al final de una larga fila de autos; Olivia agitaba sus brazos desde la ventana.

August, el chofer de los Landcastle, se apresuró en ayudar a los nuevos acompañantes en guardar el equipaje. Una vez todos adentro, el hombre volvió a tomar el control del volante y puso en marcha el vehículo.

—Es una pena que Axel no pudiera venir —dijo Christine, buscando un labial entre su bolsito. Con las carreras, había olvidado aplicarse un poco de maquillaje—. Me aseguraré de guardarle un poco de comida —agregó una vez encontrado el labial para entregárselo a Olivia—. ¿Me ayudas?

—Tiene corrección de proyecto mañana y necesitaba finiquitar algunos detalles —le recordó Led a su madre. Los tres sabían que, en arquitectura, encargarse de los detalles podía llevarse todo un día, sin añadir las horas de descanso reglamentarias.

Mientras Olivia, con mano firme, deslizaba el labial por boca de Christine, Led, en completo silencio, recorría las grietas de su celular con el pulgar. No dejaba de preguntarse por el paradero de Rakso.

‹‹Faltaste a tu palabra, Led››, se amonestó en el hilo de sus pensamientos.

***

Los exuberantes jardines que rodeaban a la iglesia se mantenían abarrotados por cientos de personas que se abrían paso entre los pequeños stands que cercaban el recorrido del bazar. La multitud paseaba, miraban con curiosidad y compraban sin pensarlo dos veces.

Led agradeció que, en aquella oportunidad, decidieran cubrir el recorrido con algunas cubiertas de lona, ya que el sol comenzaba a calentar y deseaba con todas sus fuerzas arrancarse la vestimenta y permanecer en ropa interior.

—¡Me alegra que llegaran! —saludó una mujer rechoncha y vivaracha. La señora Harmony, una de las organizadoras del evento—. Vengan, por aquí. Les apartamos un puesto —dijo, guiando al pequeño grupo hasta un stand que reposaba junto a un árbol. En ningún momento se molestó en ofrecer su ayuda para trasladar algunas de las cajas.

En un parpadeo, el trío ya tenía el stand presentable, y los comensales no tardaron en ir acercándose a curiosear las figuras de cera que Christine había tallado.

En cuanto Olivia situó una elegante pirámide de cupcakes, la señora Harmony abrió los párpados como una rana; por un momento, Led pensó que aquellos ojos saltones saldrían rodando.

Los Siete Pecados Capitales: Príncipes Infernales (Libro 1)Where stories live. Discover now