CAPÍTULO 8

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Kagome había tenido pesadillas durante días. Pesadillas en que veía desvanecerse todo lo que ama. A veces eran pesadillas donde Naraku aparecía para asesinar a todos sus seres queridos dentro del Japón feudal. Otras era ver a su familia desvanecerse fuera de su alcance, tragados por el mismo portal que alguna vez le permitió viajar en el tiempo. Y otras veces, cuando de verdad tenía mala suerte, las cosas se ponían... surrealistas. Como la ocasión en que soñó estar atrapada en el fondo del poso devorador de huesos. Solo que los huesos no eran de monstruos sino que eran los cadáveres destazados de todos sus amigos. Y el fango era el caldo de sus sangre y vísceras combinadas.

Pero aquella noche en que durmió acobijada en el lecho de Sesshomaru, Kagome no tuvo pesadillas. Al contrario, tuvo un plácido y tranquilo sueño en que recorría un bosque de bambús que no parecía terminar nunca. Y Kagome no recorría ese bosque ella sola. Cabalgaba sobre el lomo de una enorme bestia blanca y peluda. Una bestia con aroma a Hugo Boss...

Kagome abrió los ojos encontrando nada más que blanco frente a su visión. Aún muy somnolienta y sin ánimos de levantarse, Kagome volvió a cerrar los ojos y se acurrucó en contra de los "cojines" que la rodeaban.

-¿No vas a levantarte?- escuchó una voz.

-Cinco minutos más-

-Hm-

La voz se quedó en silencio y Kagome no cuestionó su buena fortuna para poder seguir dormitando. Pero al cabo de un rato volvió a escucharla hablar.

-Miko, ya pasaron los 5 minutos-

-Mmmm ¿Otros cinco?-

-No. Despierta-

A regañadientes la muchacha hizo un esfuerzo por abrir los ojos y dirigió la vista en dirección del origen de la voz. Ahí, una vez que su vista se aclaró, se encontró con el pulcro rostro de Sesshomaru.

-Buenos días. Los siento, olvidé que estabas ahí- respondió Kagome. A Sesshomaru le complació que la miko se mostrara tan relajada.

-¿Tienes mucho esperando a que despierte?-

-Solo cinco minutos-

-He, he. Gracias por eso-

-Quiero levantarme- respondió, tajante.

-¡Ho, claro, perdón!- dijo ella, notando que seguía usando el pecho del daiyoukai de almohada.

Se apoyó en su codo izquierdo para separase del demonio y sentarse sobre la cama junto a él. Sesshomaru giró sobre la cama para alcanzar el borde y se sentó a la orilla del cochón, dándole la espalda a Kagome.

-Veo que dormiste bien-

-Pues sí. La verdad es que dormí muy a gusto. Espero que tú también-

-A decir verdad, sí-

­-Me alegro-

Kagome notó entonces que su yukata se había aflojado formando una apertura lo suficientemente grande como para ofrecer una generosa vista de su entreseno. Al ver esto contuvo las ganas de dar un grito de vergüenza y se apresuró en componer su vestimenta en algo más modesto.

Gracias al cielo no me vio. Pensó Kagome, viendo como Sesshomaru seguía dándole la espalda, ahora que se había sentado en el peinador que Kagome había hecho traer a su habitación.

No me vio ¿verdad? Me dio la espalda desde el momento en que me separé de él...

Sesshomaru no tardó en notar que la mujer a sus espaldas se convertía, nuevamente, en un manojo de preocupaciones.

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