7-El adiós al dolor

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¿Y? -Preguntó después de un gran silencio mientras ponía una carta de cuatro copas encima de un maso-. ¿Y qué? -Lo miró sin idea de a que se refería-.

 El responsable del juego con expresión indiferente señalo con su dedo el tarro que estaba en la barra donde estaban ellos jugando, el tarro contenía muchas lenguas, y luego señalo su boca. El de pelo largo musitó un enorme ah, al ya entender a que se refería su compañero. Agarro una carta de tres copas y la puso encima de la anterior -Lo mató- respondió sin ningún tipo de remordimiento mientras sonreía con un poco de su larga lengua saliendo de su boca.

Genial, si llegaba a aprender a hablar sin su lengua tu, no, todos estaríamos en un grave peligro -Explicó mientras dejaba sus cartas en la barra y agarraba su copa de vino para tomar de ella-. No no, lo dudo mucho, los pocos que han logrado sobrevivir a nosotros nunca han hablado -Hablo sin preocupación alguna y con su mano libre la movía de arriba a abajo, como señal de que eso no pasará- Ajaja, malditos pobres con lengua -Río al recordar las caras de terror y suplicas de sus victimas-.

 El contrario dejo su copa de vino y agarró de vuelta las cartas para volver al juego. Pero antes de poder tirar su próxima carta se fijo en lo que había tirado su contrincante -Se supone que debes de poner uno que sea más alto... idiota- con su tono de voz no se sabía si estaba enojado, decepcionado, o ambas por su compañero de juegos.

Ay... me equivoque, perdón -Se disculpo sonriendo y con la lengua un poco más afuera, mientras sacaba su carta del mazo para luego ver si tenía una más alta o tenía que tomar del otro- Aquí está -Tiró otra carta que era de una torre-.

 El de pelo largo río con prepotencia, creyendo que no le iba a ganar, la torre ocupaba casi toda la carta, y mientras más grande más prepotente era ¿No?. Bueno, eso pensaba él -Otra vez lo hiciste mal, solo debes prestarle atención a los números de los costados- Respondió agarrando la carta y lanzándola por ahí sin mirar. -¡¿Hah?!- Grito exaltado para luego poner carita de perrito mojado, estaba totalmente convencido de haber ganado la partida. Ya eran cien veces que perdía contra él en el mismo juego.

 A pesar de que fuese de día, las innumerables nubes que habían en el cielo junto con la lluvia que provocaba parecía como si fuese de noche, pero no a un nivel exagerado.
Muchos pensarían que este escenario sería típico, pero quizás fuese porque Dios llora ante una perdida ¿No? -O al menos eso decían los creyentes-. Todos estaban llorando y algunos lo intentaban ocultar cubriéndose con lo que tenían en la mano, incluyendo paraguas. La razón era sencilla pero triste, se trataba de un funeral.
Mientras era enterrado por el padre y los tíos del difunto, el papa decía sus líneas de lamentos por la perdida del joven. Llorosos se escuchaban por el lugar, en especial por la madre y hermana del antes mencionado.

 Ezequiel Mostros murió, o más bien dicho, fue asesinado.

 Se estimó que su hora de muerte fueron a las doce y media de la noche. Fue encontrado por un guardia que hacía su ruta matutina, Ezequiel estaba acostado en la camilla con su pecho, donde debería estar su corazón, un agujero enorme de donde había sangre seca por toda su camisa celeste.
Lamentablemente, en las cámaras del hospital no se vio a nadie más que al guardia que se había ido unos diez minutos antes de la tragedia. Pero era más evidente quien era el culpable.

¿Por qué él... Dios? -Preguntó en susurro la madre, intentando limpiar sus lágrimas-. Mamá... ¿Por qué mi hermano murió? Si él es una buena persona, no debería *igh* morir -Decía la niña agarrando de la mano de su madre mientras moqueaba y salía lágrimas de sus ojos celestes-.

 La mujer solamente abrazo a su hija, evitando que vea como el ataud de su hermano con su cuerpo inerte dentro estaba siendo enterrado por los hombres de la familia.

Las cinco pesadillasWhere stories live. Discover now