2 ¿Día de suerte?

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El corazón de Matthi no entraba en el pecho mientras caminaba rumbo a la universidad. La peor entrevista laboral de su corta vida y, aun así, había obtenido el puesto. Matthi se apretó el corazón el cual vibraba como si escuchara una bella melodía.

«Felicitaciones, eres el nuevo asistente de Davo Petrich».

Había cometido todos los errores posibles producto de los nervios. Dios, ¿qué le pasaba? ¡Incluso le había confesado a su entrevistador que Davo era su amor platónico!

Las mejillas de Matthi enardecieron recordando el momento, la cara risueña del idiota de Neben Petrich mientras él se hundía en la cómoda silla envuelto en la vergüenza.

«Tranquilo, a esta altura, Neben ya se olvidó de ese comentario».

Ese pensamiento lo tranquilizó, él no era alguien importante para seres como los Petrich, dioses profesionales y bellos que tenían el mundo a sus pies. Sus estupideces seguro ya pasaron a los archivos de los tontos verborrágicos, nada más. Buscó entre sus cuadernos la revista de diseño que siempre lo acompañaba, esa que lo hizo abandonar su Missouri natal por el tumulto de Los Ángeles. Davo aparecía en la portada, ese año fue elegido el arquitecto más joven e innovador por sus dos edificios en Abu Dhabi.

Matthi detuvo su paso, dio una sonrisa tierna y acarició la imagen. Davo tenía el cabello oscuro semi ondulado muy corto, ojos tan negros que el muchacho pensó que sería un placer ver de cerca esa oscuridad. Una mandíbula cuadrada libre de barba, su cuello esbelto y un cuerpo bien entrenado. Los músculos de sus brazos eran claramente visibles dado lo fino de esa camisa blanca que combinaba junto a una corbata de seda celeste. Davo era el sueño húmedo de cualquier mortal y ahora lo tendría para él.

«Solo trabajarás a su lado, imbécil».

Tuvo que recordárselo varias veces de camino a la Universidad. Hacía varios meses que Davo no brindaba entrevistas ni tampoco conferencias. Todo el mundo estaba al tanto del gran escándalo de su vida personal.

Su esposo lo engañaba con su propio asistente personal y, no solo eso, sino que ambos robaron la base de datos de la empresa con el nombre y los contactos de todos sus clientes, adueñándose de una parte importante de ellos para el nuevo estudio que habían formado e incluso, muchos se animaban a decir que Joel era mejor que Davo. El puesto de número 1, por primera vez, estaba en juego. Un pinchazo de ira llenó la boca del estómago del muchacho.

«Maldito bastardo».

Matthi siempre odió a Joel Sambrizzi. Parecía el típico muñeco de porcelana que solo sabe usar trajes caros y gastar dinero. Bueno, al parecer, había resultado peor que eso. Llevaban una década juntos. Matthi pensó en lo humillado que Davo debió sentirse, en la tristeza y la rabia que lo carcomían. Frenó una vez más a su cabeza que tenía la velocidad de un auto de carreras. Ese no era su problema, él sería el asistente de Davo. Tomaría notas, llevaría su café y lo ayudaría a brindar su mejor versión. Sin embargo, de solo pensar que lo tendría tan cerca, sus hormonas alborotadas buscaban el modo de aliviarse. Llegó a la universidad y observó a su amigo Carter quien estaba sentado en un banco del jardín y levantaba la mano.

—¿Qué le dijiste hombre? Te juro que voy a tomar nota para la próxima ¡Eres fantástico! A mí ni siquiera me escuchó 5 minutos—. Matthi le dio una sonrisa sin saber qué decir.

—Creo que hice todo mal; el tipo me miraba de pies a cabeza. Y cuando me levanté creo que estuvo más atento a mi culo que a mi saludo.

—Es que tienes buen culo—bromeó Carter y Matthi le golpeó el brazo.

—Eres un idiota.

—¿Qué? ¿Por decir lo obvio? Además, Neben Petrich está buenísimo. Me pareció un imbécil, pero para chuparse los dedos.

¿Un nuevo amor? ¡Ni loco! Libro 1 T. L.A (+18)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant