CAPÍTULO 14: La Sombra. (+18)

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Pasaron las horas y todos en el campamento se divertían alegremente, excepto por los gariteros, que debían de tener todo el perímetro bien vigilado, para poder interceptar a tiempo a los enemigos de las bandas o Trenes contrarios.

De repente se acercaron algunos hombres escoltando a los dos mineros esposados, ellos caminaban con los pies descalzos, la cara mirando el piso y se les notó tristes y sin ánimo. Juancito se encontraba en una mesa jugando una mano de dominó con Joseito, Pedro y Luis.

—Ya les llegó la hora carajitos, hoy se convierten en hombrecitos —le dijo a Luis y Pedro en un tono de voz burlona, procediendo a tomarse un sorbo de su vaso con ron con coca cola.

Pedro y Luis tenían caras de incertidumbre, ya que era un reto que iban a enfrentar justos y que los marcaría por el resto de sus vidas. Así que trataban de continuar pasando esos pocos minutos que les quedaban disfrutando de la buena compañía y conversación que les ofrecía Joseito y Juancito, que a pesar de ser unos delincuentes o malhechores, tenían historias y anécdotas emocionantes que contar, ellos eran el reflejo de una buena serie de capos de Netflix.

Uno de los hombres se acercó a la mesa donde se encuentran jugando domino, pidió permiso y le informó a Juancito y a Joseito que ya tenían a los mineros ubicados en el sitio de la ejecución.

—Ah, perfecto, ya vamos para allá. Terminamos esta mano y ya vamos a matar esa lírica. —exclamó Juancito tranquilamente, levantando un poco la ceja. Al poco tiempo finalizaron la partida, la cual casualmente ganaron Luis y Pedro.

—Ganaron porque ustedes dos se conocen sus mañas, se hacen muchas señas. —comentó Juancito soltando luego una larga carcajada jajajaja.

Todos se levantaron y comenzaron a caminar, como en una pequeña procesión hacia el lugar donde se encontraban los mineros; Pedro y Luis tenían sus armas listas, ambos caminaban cabizbajos, pero trataron de disimular y tener la mejor actitud para que Juancito no se diera cuenta del estado de ánimo que tenían y les reclamara por esa situación.

Al llegar a un pequeño prado en donde tenían ubicados a los dos mineros, ellos estaban arrodillados y esposados con las manos en la espalda. La multitud se colocó alrededor de los hombres y el ambiente se quedó en total silencio, poniéndose lúgubre y una sombra negra cubrió todo el recinto. Para este instante Pedro y Luis ya sabían lo que tenían que hacer, ambos se situaron al frente de los mineros con sus armas ya preparadas, las levantaron al mismo momento, voltearon por unos segundos a mirarse para tener la aprobación de ambos y accionaron las armas.

Los disparos se escucharon con eco a la distancia y aun así nadie emitió ni una sola palabra, los dos jóvenes se quedaron inertes con las manos aún levantadas, empuñando las pistolas, mirando casi en cámara lenta, como le arrebataron las vidas a esos seres humanos; luego de los impactos de balas ellos cayeron lentamente golpeando sus cabezas contra el suelo polvoriento. Juancito muy despacio, se les acercó y los tomó por la espalda con un pequeño abrazo y ambos jóvenes reaccionaron y terminaron bajando las pistolas.

Para Luis y Pedro ya les acababa de cambiar la vida, ya no eran simples ladrones, ahora eran asesinos y esa sombra negra quedaría grabada en sus mentes para el resto de sus vidas. Ambos salieron caminando del sitio sin decir ni una sola palabra, mientras Juancito iba detrás de ellos conversando con Joseito, orgulloso por el momento épico que tuvieron sus dos sobrinos. Juancito les pidió a todos sus hombres que se celebrara y que buscaran a unas mujeres en el Bar de Petra para terminar de tener un día agradable junto a la compañía de unas hermosas féminas.

Por su parte, Pedro y Luis buscaron una botella de ron Cacique y comenzaron a tomarlo seco, sin hielo o refresco. Pedro estaba sumamente anonadado, serio y algo confundido por la situación que acaba de vivir.

Pedro CalleWhere stories live. Discover now