1. PRIMER ENCUENTRO

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Ya están ahí otra vez.
Los veo a cada instante. A donde vaya. A todas horas. Ya sea de día o de noche. Fantasmas que caminan de un lado a otro, que aparecen de entre los arbustos, en las ventanas de las casas, en los columpios... No es un cuento de niños.
Al principio pensé que se trataba de mi imaginación, y cuando tuve una idea de lo que eran, creí que los tendría a mi lado implorando que los ayudara; tal y como he visto en el cine y en la televisión. Por suerte, no es así y no intentan hacerme ningún daño; ni siquiera se acercan o formulan alguna palabra que no sea sus lamentos. Podrían parecer personas como nosotros: no son transparentes, no flotan en el aire, ni llevan marcada su agonía en el cuerpo... Bueno, estos no. Los que aparecen en la noche sí son más aterradores; manchados de sangre, sin cabeza, con llagas... Son los que han tenido una muerte violenta. A estos no los puedo mirar fijamente si no quiero tener problemas; es mejor actuar como si no los viera. Si se sienten intimidados tratan de hacerte sentir su pena.
La primera vez que vi a uno tenía 12 años. Su espantosa cara mutilada me acobardó y me inmovilizó. Tenía la boca cosida y las lágrimas le caían rojas como la sangre. Era una mujer lánguida y con el cabello gris. Ella me vio. Yo la miré horrorizada. Entonces, su boca se abrió para gritar tensando los hilos de sus labios y la sangre comenzó a salir a borbotones. Durante una semana la tuve en mis sueños, atormentándome, viendo su trágica muerte una y otra vez hasta que al final, simplemente se marchó. A partir de ese momento nunca miro a los de la noche.
Los de la noche son los peores. No solo están los fantasmas mutilados, sino que también veo extraños seres que parecen haber llegado del mismísimo Infierno: Gigantescos, diminutos, con cuernos, con muchas cabezas... Son aún más terroríficos. Estos sí atacan si me encuentran y no tengo escapatoria a no ser que encuentre algún lugar donde poder refugiarme.
¿Por qué parece que soy la única que puede verlos? Mi vida es un caos. Nunca puedo relajarme. No puedo salir por las noches, ni acercarme a locales nocturnos porque están plagados de los "otros"; esos que son más parecidos al hombre sin ser tan horrendos como las bestias. Algunos son tan atractivos que te embaucan con la mirada y otros tan feos que solo con mirarlos las piernas te tiritan. Además, huelen mal. No es que echen peste, sino que supongo que es ese olor a azufre que les caracteriza y que he leído en Internet.
Luego están los "buenos"; los ángeles de la guarda que acompañan a cada individuo en su día a día. Todos son hermosos y de ojos claros. Al verlos me siento más relajada, pero no porque ellos estén dispuestos a ayudarme, sino porque desprenden buenas vibraciones. Si son los buenos, ¿por qué me tratan así? Me apartan del lado de su protegido, me llaman "Condenada" y no sé por qué. Ni siquiera en las ocasiones que he sido atacada por una bestia, han venido a echarme una mano. A veces pienso que será porque puedo percibir a estos seres desde que tengo uso de razón; aunque, en mi opinión, no es un motivo justo para rechazarme. Por esto, es que no tengo amigos; sus ángeles guardianes no lo permiten.
Acabo de salir de clase. Voy al instituto en el turno de tardes porque detesto madrugar, pero fue una mala decisión. En verano los días son largos y las clases terminan cuando aún es de día. Lo peor es cuando estamos en invierno, como ahora; la noche llega antes y el camino de vuelta a casa resulta peligroso. Tengo que mirar por dónde piso, dónde miro, vigilar mis espaldas... Desde que cumplí 17 años los veo acechando en las sombras cada vez con más frecuencia.
¿Por qué tengo una vida tan estresada? Quiero ser como las demás chicas de mi edad: salir en grupo por las noches, conocer chicos, tener una cita, dar mi primer beso... O sea, no puedo acercarme a los demás porque los guardianes me echan y, si son ellos los que se acercan, entonces debo fingir ser una antisocial para alejarlos porque su ángel guardián me mira como si los fuese a matar o yo qué sé. En el instituto me llaman "Marginada" y los ángeles me llaman "Condenada"... A los únicos a los que parece que les intereso es a los "otros", que lo que buscan es hacerme daño. Después, otra de las cosas que me pregunto es, ¿por qué no tengo un ángel de la guarda como los demás que les diga a sus "amiguitos" que me dejen en paz? ¿Qué es lo que soy para ser tan rara?

Destino (Trilogía. Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora