XXV: El bosque de Eskivel

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Psicofanto era un hechizo avanzado de Zacuón que imitaba la apariencia de un individuo. La ilusión era visualmente perfecta y se mantendría estable siempre y cuando el usuario no recibiera ningún daño.

Infiltrada entre las carretas que se movían bajo la noche, Méredith estaba segura de que no sería descubierta.

Diez eran los vehículos tirados por bueyes. Cada uno transportaba entre cuatro y ocho de aquellos grandes bloques de piedra gastada. Algunos de los responsables del viaje eran Herederos. Otros eran soldados del ejército de Párima, y se mostraban visiblemente incómodos en compañía de los enmascarados.

Sentada en la caja de la quinta carreta, oculta bajo la máscara del escarabajo, Méredith le prestó mucha atención a la ruta por la que marchaban. La caravana había salido de la capital para avanzar hacia al sur. No siguieron la línea costera, sino que se adentraron en los territorios provinciales del imperio.

La ilusionista estaba al tanto de que si seguían viajando en esa dirección, acabarían llegando hasta Tegrel. Ella esperaba que ese no fuera el caso, pues el reino de la magia se hallaba a tres días de viaje en carreta.

Para su fortuna, torcieron el rumbo antes del amanecer. Entonces el destino de los bloques le resultó evidente. Ese camino solo conducía a un lugar, el cual colina abajo ya se divisaba a la distancia:

Un silencioso bosque negro, hundido en un valle y envuelto en neblina...

—El bosque de Eskivel. —El conde Milau le puso nombre al paisaje que Méredith acababa de describir en su relato—. Se encuentra a cien kilómetros de ciudad Battlos. Antiguamente era el sitio donde se asentaba la fortaleza de Eskivel, el último bastión de defensa de Párima frente a un reino sureño que ya no existe. Se supone que la misma se encuentra abandonada desde hace varios siglos.

—Todo indica que ya no es así —remarcó la ilusionista luego de aprovechar la intervención del conde para darle un sorbo al té que Elina le había preparado—. La caravana se detuvo en un poblado rural antes de entrar al bosque. Allí logré obtener información útil antes de escabullirme. Señor Milau, ¿podría facilitarme un mapa del continente?

El inmortal fue hasta el estudio y regresó con un rollo de pergamino que desplegó sobre la mesa. El territorio actualmente ocupado por Párima tenía la forma de una garra con cuatro uñas afiladas cerniéndose sobre el continente.

Méredith señaló la uña que apuntaba hacia el sur, lindante con Tegrel. De todos los presentes, el conde Milau fue el primero en captar lo que la ilusionista insinuaba:

—Desde el bosque de Eskivel se puede llegar con relativa facilidad hasta la meseta de Cobalto —señaló el inmortal.

—El lugar donde está la torre de Altaria. —Winger recordaba que Méredith había mencionado ese detalle en Playamar.

El Pilar de Amatista asintió con la cabeza.

—Sospecho que ese sitio fue elegido justamente por su cercanía con la torre. Mientras Jessio resuelve el problema de las reliquias faltantes, Neón y sus aliados lo aguardan en la fortaleza de Eskivel.

Mientras el inmortal y la ilusionista intercambiaban opiniones, Winger cruzó la mirada con Demián. Intuyó que ambos estaban pensando lo mismo: habían descubierto un dato de vital importancia. Ahora conocían la ubicación exacta donde se desataría la batalla definitiva...

—Méredith —dijo conde—, antes has mencionado que había soldados del imperio mezclados con los Herederos. ¿Has podido averiguar algo más en relación a ese asunto?

—No mucho —se lamentó ella—. Evitaban lo más posible el contacto con los Herederos. Pero noté que estaban muy familiarizados con el territorio. Deben ser hombres oriundos de la provincia del sur...

Etérrano III: Disparo del AlmaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin