CAPÍTULO 12: La resaca.

Start from the beginning
                                    

Pedro lo miró fijamente, tomó un sorbo de café y asentó la cabeza, en señal de afirmación, sin emitir ni una sola palabra. El momento crucial de su vida había llegado, el que había tratado evitar desde que llegó hace unos cuantos meses al Callao; esto claro, si era tomada la decisión de que los mineros que robaron en la mina tenían que morir. Además, él era consciente de que su tío iba a indicarles a él y Luis que tenían que ejecutarlos.

Esta situación le nubló los pensamientos, se le notó nervioso, le dolía la cabeza por todo el alcohol y marihuana que consumió la noche anterior. Sabía que no iba a poder escapar de eso, que tenía que portarse serio y ganarse el respeto de Juancito y Joseito para que no los siguieran viendo como unos carajitos consentidos.

Pedro detestaba que le dijeran lo que tenía que hacer, menos cuando se trataba de ir en contra de sus valores y principios, ya que Aminda lo crio cristiano, con nociones del bien y del mal, y él sabía que esto no era lo correcto, pero que lamentablemente le iba a tocar asesinar a esos dos pobres hombres. Se lamentó, pues no sabía si ellos tenían hijos, esposas o sus familiares contaban con ellos para tener el sustento en sus hogares y asumió que la borrachera de Luis y la de él anoche era producto de la angustia que tenían en sus mentes.

—Coño Robert hazme la segunda y levanta a Luis para que se aliste, que ya deben de aparecer por allí los Pranes. —exclamó Pedro, saboreando detenidamente su café.

—Voy llave, tranquilo. —Le respondió Robert, dirigiéndose al rancho a buscar a Luis.

Al cabo de un rato apareció Robert con Luis, este caminaba con algo de desánimo, Pablo le entregó una pimpina de agua para que bebiera, pues sabia que debía de tener deshidratación y mucha sed. Él la tomó y comenzó a beber por largo rato.

—Quieres tomarte un plato de sopa. —le preguntó Pablo, entregándole una tasa de café.

—Claro llave. —respondió con una voz baja, ronca y una enorme sonrisa. Ni siquiera una resaca le podía quitar la personalidad alegre a Luis.

Pablo y Robert eran unos malandros rudos, temidos, pero se le notaba que tenían sentimientos encontrados hacia Luis y Pedro, los respetaban, protegían y cuidaban prácticamente como si fueran sus hijos desde que llegaron al Callao, por eso trataban de hacerle las cosas una poco más fáciles dentro de ese pueblo infernal, con pocas leyes y donde imperaba el arma por encima de los valores morales.

—Vean muchachos, yo les voy a hablar claro y quiero que me escuchen con mucha atención. —Habló Pablo, por lo que Luis y Pedro se quedaron completamente callados esperando que se expresara después de haber interrumpido la amena conversación mañanera con ese anuncio.

—A los mineros los van a matar y nadie los va a poder salvar. Esos mamaguevos son unos malditos, violadores y asesinos de gente inocente. Esos tipos han violado niños y mujeres, aparte en una ocasión las asesinaron para que nadie se enterara de hecho cometido.

—¿Qué? —replicó Pedro con una expresión de total sorpresa ante tal argumento.

—¿Estás seguro Pablo? ¿Quién te dijo toda esa lírica? —Respondió Luis con total exaltación.

—Llave, eso lo sabe mucha gente en el pueblo, pero a nadie realmente le importaba porque los delitos los cometieron en el Dorado. De allí esos tipos se vinieron piraos y se escondieron en esta mina, sin llamar la atención y pasando todo este tiempo desapercibido.

—Hasta ahora. —Interrumpió Luis con voz y cara aún de resaca.

—Juancito y Joseito saben de esa lírica? —Preguntó Pedro alzando una ceja en señal de curiosidad.

—Claro, mi pana que saben, ellos lo saben todo Pedro. Lo que pasa es que él les están dando tiempo a ustedes dos para que se preparen para matarlos. —Afirmó Robert.

—Verga me lo suponía, Juancito nos conoce mejor que nuestras propias mamas. —Replicó Pedro con algo de tranquilidad después de haber escuchado toda la historia contada y aclarada por Pablo.

—Coño, mi hermano, nosotros no sabíamos un coño y todavía yo me estaba haciendo mente de que tenía que matar a dos inocentes, cuando esos malditos lo que son es unas sendas lacras. —Comentó Pedro con total furia en su mirada.

—Bueno Pedro, tú de aquí pa lante tienes que estar claro que todo lo que brilla no es oro. —Le respondió Pablo con total serenidad.

—Así que levanten esos ánimos que ustedes dos lo que son es malandros. Esos malditos se van a morir y tú simplemente tienes que jalar el gatillo y ponerle fin a esto. Tu tío Juancito cuenta con eso, de ustedes dos. —Comentó Robert con un tono de voz seria y franca.

Pedro y Luis ya saben perfectamente qué hacer, comenzaron a asearse y alistarse para recibir a sus líderes, mientras que Robert y Pablo organizaron la sopa y un sancocho para recibirlos.

¸.☆¸.♡.¸• ๑۩۞۩๑ • ¸.☆¸.♡.¸

¸

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Pedro CalleWhere stories live. Discover now