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Cuando llegaron a Idaho debía estar atardeciendo. Bang intentó decirle a Felix que podrían ir mañana a ver las Auroras, pero el menor se negó diciendo que llegarían en las horas exactas para admirarlas.

No fue consciente de la intención del mayor de retrasar las cosas.

Y ahí estaban, sentados frente al gran lago del parque nacional Panhandle, esperando a que aparecieran las luces en el cielo.

Felix estaba sentado sobre una pequeña roca mientras se comía una paleta de helado y miraba a unas hormigas cargar con pequeños trocitos de hojas en fila. 

—¿Sabias que la razón por la que cargan hojas, es porque de esas hojas crecerá un hongo que será su alimento, y en realidad no se comen las hojas?—preguntó, sin dejar de observarlas.

—No, pero ahora lo sé.—le sonrió y Felix levantó su vista con una suave sonrisa.

—¿Quieres?—preguntó tendiendole su paleta por la mitad.

—Mmh—Bang la tomó y le dio una pequeña mordida. Bueno, al menos sabía bien, supuso que el precio jodidamente alto valía la pena.

Se la devolvió al menor y Felix le miró feliz.

—Chan—le llamó.

—¿Si?—las mejillas de Felix se tiñeron de rojo y le vio remover sus pies.

—¿Me das un beso?—pidió de forma tímida, haciendo al mayor sonreír e inclinarse para juntar gustoso sus labios.

Los labios de Felix estaban fríos, cómo siempre, pero ahora lo estaban más gracias a la paleta de helado, así cómo también tenían un sabor a chocolate amargo y vainilla. Seguramente los suyos estuvieran igual.

Le besó con delicadeza y de forma profunda, sintiendo cómo pronto sus labios dejaron de estar fríos para volverse tibios y húmedos.

Cuando se apartó el rostro de Felix estaba rojizo e iluminado por un suave color verdusco y rosado.

Ambos llevaron su vista al cielo, donde los colores de la Aurora comenzaban a aparecer. Felix se levantó de golpe y se acercó a la orilla del lago.

Chan también se levantó y tomó un lugar a su lado. El rubio soltó una risa maravillada.

—Woah, es...es hermoso...es...—Felix sólo podía observar el cielo estrellado comenzar a resplandecer con las luces brillantes.—no puedo creer que átomos y moléculas hagan algo tan hermoso—murmuró asombrado.

Bang se giró a mirarlo y en esos menos juró que podría llorar ante la vista. El cabello de Felix estaba acomodado de una linda forma, su fleco estaba cubriendo su frente de forma despeinada y sus mejillas estaban rosadas quizá por el frío o quizá por el beso anterior, sus pecas parecían brillar bajo las luces en el cielo y su pequeña y rojiza boca estaba semiabierta.

Felix era tan hermoso cómo las maravillas mismas del mundo.

El menor se giró a mirarle con una sonrisa dientona que Bang correspondió.

—¿Que?—preguntó Felix.

El mayor se acercó a él, mirándole de frente y llevó sus manos hasta su rostro, el cual acarició con ternura.

—Tú...tus pecas lucen igual que las estrellas.—habló de pronto—eres un chico del universo. Mi chico de estrellas.—Felix le miró serio por varios segundos antes de juntar sus cuerpos y buscar sus labios, los cuales Chan le entregó.

Siempre lo haría.

Abrazó al menor de la cintura y adoró cómo Felix parecía encajar tan bien con él.

Decidieron admirar por más tiempo las Auroras antes de marcharse para buscar un hotel.

Ésta era su última parada. Mañana partirían a Oregon y entonces todo terminaría.

Por eso mismo, esa noche Bang no soltó a Felix ni un momento.

Le besó hasta que sus labios se sentía entumecidos, recorrió su cuerpo intentando aprenderlo de memoria, cada lunar, cada cicatriz, cada curva y también para que Felix no olvidara su tacto.

Le hizo el amor tantas veces cómo la noche lo permitió y hasta que sus cuerpos imploraron descanso.

Aunque no pudo dormir lo suficiente. Se levantó con cuidado y se vistió, se sentó en la silla a un lado del escritorio y después de pensar en silencio por un tiempo, decidió escribir en un papel todo lo que le hubiese gustado decir.

Cuando Felix se levantó y tomaron una ducha y el desayuno, decidieron partir hacia Oregon. Hacía el hogar de Felix.

—Cuando lleguemos te voy a presentar al abuelo, es una persona muy buena—le dijo Felix con emoción—te enseñaré nuestra casa y te llevaré a donde solíamos ir Minho y yo de niños, ¡ah! Y también...

Intentó mantener su sonrisa y no demostrar que todo lo que decía el menor le producía un pinchazo en el pecho.

"Yo también lo quisiera. Quisiera hacer todo eso contigo, quisiera quedarme, verte superar todo y ser feliz. Pero no puedo."

Tú de estrellas. CHANLIX AUWhere stories live. Discover now