VEINTITRES

1.1K 156 71
                                    

Este capítulo tiene contenido explicito y escenas de +18
Lee bajo tu propia responsabilidad
🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥

☾☾☾☾☾☾☾☾☾☾

Sus labios en los míos fueron la mejor sensación que alguien pudiese sentir jamás en lo largo y ancho de los siete reinos. Sin dramatizar. La conexión fue tan fuerte que creí que mi cuerpo iba a salir volando. O a deshacerse.

Un cosquilleo, agradable, cálido. Como cuando has estado perdida en el bosque y regresas al castillo y está la cena lista y el fuego crepitando. Así.

Era él, siempre había sido él. Y en aquel momento era tan cierto y tan claro que me asusté.

Suspiré contra su boca, dejando que el sonido quedase ahogado por sus besos.

Mis manos subieron hasta su pelo largo, recogido y peinado hacia atrás en su nuca. Enredé mis manos y tiré de él más cerca mientras mi lengua se abría paso y buscaba la suya. Athel gruñó y apretó sus brazos contra mi cuerpo, como si pudiese tenerme aun más cerca. Cosa que era imposible, pues no pasaba ni una pizca de brisa entre nosotros, pegados y necesitados el uno del otro.

Era excepcional aquello, no sabría describirlo y hacerle justicia. Fue como si mi cuerpo entero y hasta mi alma, supieran que yo pertenecía a aquel lugar. Que estaba hecha para encajar con aquel otro cuerpo, con aquel hombre. Y no quisiera pecar de fantasiosa, pero en un mundo lleno de sombras y miedos, supe con certeza, que lo que estaba pasando con Athel había sido escrito, debía ocurrir y que nuestro libre albedrío estaba más feliz que nunca por ello. O a lo mejor estábamos allí por ese libre albedrio. No lo sabía, pero daba igual.

Lamí sus labios, le besé con deje, con hambre y con abandono otra vez. Como si todo fuese poco, como si nada fuese suficiente. Como se besa a alguien al que hace mucho que amas. Como se besa a alguien al que hace mucho que esperas. Así le besé.

El calor subía entre mis piernas, desde el mismo centro de mi cuerpo y parecía fusionarse con el suyo allí donde nuestros pechos se tocaban.

Y continuó besándome, raspándome con su barba creciente. Rozando mi mentón y mi mandíbula cuando soltó mis labios y comenzó a reseguir mi cuello a lametazos lentos e intensos. Sus manos viajaron por mi espalda hasta mi rostro, enmarcándolo, sosteniéndolo como quien sostiene una corona de oro macizo.

Me separé un instante para mirarle a los ojos. Él correspondió ese gesto y le encontré viéndome con una mezcla de dureza y vulnerabilidad.

-¿Está todo bien? -pregunté en un susurró. Él sacudió su cabeza.

-Es que, -dijo, frunció el ceño con seriedad -esto es...

Y no terminó, pues volvió a besarme con hambre, con ganas y casi desesperación. Así fue que le correspondí yo, tirando de él más y más cerca, fundiéndome en su boca, en sus manos, en su calor. Sus dedos me tocaban con insistencia, acariciando mi tez, mi cuello, mis hombros, mis costillas. Dejando un rastro de pasión y necesidad.

-Quiero más -susurré contra su boca.

Athel volvió a separarse de mí, esta vez arrancando todo su cuerpo lejos del mío. Me miró un instante antes de coger mi mano, besar mis labios una vez más y comenzar a andar a toda prisa lejos del bosque. Yo iba ligeramente por detrás, jadeando y sin aliento y me tomó un poco más de lo normal darme cuenta de a donde íbamos y a qué. Aunque acabase de pedírlo.

Cuando lo comprendí, cuando la nube de la pasión dejó de emborronar mis sentidos me puse a su lado y le seguí el ritmo como si aquello fuese lo único importante en nuestras vidas. Él que notó el cambio en mí, sonrió como un lobo y volvió a dejar un beso en mis labios.

Hiedras y Espinas - Parte unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora