DIECISIETE

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-Eso es -dijo. Nos sentamos en los dos sillones ocres ante el fuego. Palo se sentó a mi lado, mirándola.

-¿Qué se supone que debo hacer? -pregunté lentamente. -¿Es este sometimiento una especie de broma cruel? -no estaba enfadada. Me sentí desolada, sin embargo.

-Estas aquí para comenzar una lucha que transcenderá reinos y culturas, hija.

-No parece eso. -contesté mirándola atentamente. -Solo parece que van a desposarme y violarme bajo el consentimiento de mi familia y, al parecer, el mío propio. -Frunció las cejas en lo que fue la primera expresión humana que jamás vi en ella. -Solo quiero irme, Cyra.

-Puedes marcharte -asintió lentamente. -Pero entonces, dejarás al resto a su suerte. Y correrán una similar a la tuya.

-¿A las brujas? -le pregunté. Ella solo me observó. -Si supiera qué es lo que hago aquí, a quien estoy ayudando, cual es mi cometido...-comencé -todo sería más fácil.

-Míralo en el futuro -asintió. -El futuro se te muestra del modo más cotidiano, solo debes prestar atención.

Intenté entenderla sin éxito.

-¿Qué hago con Godric? -murmuré al fin.

-Ahora le temes -sentenció. Mi ego iba a negarlo, pero luego recordé mis pesadillas. A mi misma buscando las llaves de la celda en sus manos. -Debes entender ese miedo para que te de valor. -Pensé en su agarre en mi rostro, en el modo lascivo que me miraba y como revolvía mi estomago cada vez que escuchaba su voz. Y pensé en el cazador y en lo distinto que era todo con él, o había sido, pues ahora estaba empeñado en apartarme. Los ojos de Cyra asintieron, estaba leyendo mis pensamientos. -A eso me refiero cuando te digo que leas el futuro en los gestos cotidianos. Eso que sientes por Godric, -dijo -lo que sientes por el cazador. Tu corazonada con la reina.

-¿Eso es mi futuro? -pregunté.

-Eso es tu cuerpo dándote respuestas a lo que te preguntas. - Observé su semblante serio e impertérrito. -Y esas respuestas son la clave para que sigas avanzando.

-¿Avanzar hacia donde? ¿Cómo puedo salir ilesa de esta situación? -mi voz sonaba apagada. -Sabes que en mi naturaleza no está sentarme aquí a complacer a un rey déspota.

En ese mismo momento no me importaba empezar una guerra entre reinos si eso suponía que podía escapar de allí, para siempre. Mi padre que se encargase de eso, no tenía que llevar tanto peso yo sola. No había nada en el mundo que justificara aquello.

-Escaparías toda la vida -contestó ella a mis pensamientos. Algo brilló en sus ojos. -¿No prefieres reclamar lo que es tuyo? ¿No prefieres ser libre? Ser Eda.

-No parece que eso sea una opción.

-Siempre hay opciones, princesa -dijo. Alguien tocó a la puerta dos veces, ambas miramos en esa dirección. -Debes llevar siempre las runas de encima.

Y se levantó y caminó hacia un rincón de la habitación. Tres golpes más, un poquito más insistentes.

-Soy yo -la voz de Aaron dijo con ternura.

Miré detrás de mi, buscando a Cyra, que ya no estaba. Saqué la llave de mi bolsillo y abrí lentamente. El chico me miró con preocupación.

-Estoy solo -susurró.

Entró y se encontró con Palo, observándole. Le saludó con la mano y se sentó en el sillón. Me miró un momento eterno y suspiró.

- ¿Nos escapamos? -dijo. Un brillo esperanzado cruzó su rostro. Sonreí lentamente, no es como si el rey maldito acabase de amenazarme y prohibirme salir del castillo.

Hiedras y Espinas - Parte unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora