Capítulo IV. La oferta de Choi MinHo.

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Cuando TaeMin, despertó, lo primero que noto a simple vista fue la enorme lámpara que colgaba del alto techo de la habitación en la que se encontraba.

Él no tenía lámpara alguna, no una de ese tipo por lo que supo que estaba en un sitio absolutamente desconocido al instante y lo confirmó, cuando noto el color beige de los muros, seguida de la decoración.

Algo aturdido, y muy confundido, por la extraña situación se reincorporó en la cama y automáticamente se llevó la diestra a la cabeza, al sentirla punzar. Tenía un severo dolor de cabeza, bien incrustado en las sienes, prueba de su borrachera y de la cantidad de alcohol excesiva que había ingerido hacía ya un par de horas atrás.

Tranquilo -aún, para la situación en la que se encontraba-, recorrió el lugar a plenitud y por completo con la mirada de forma rápida.

Definitivamente esa no era la primera vez, -y probablemente tampoco sería la última-, que despertaba en un sitio desconocido, por lo que no perdió la cabeza en cuestionarse nada en sentido moralista, pues no valía la pena hacerlo y simplemente se dedicó a tratar de recordar con 'quien' se había ido de casa de JongIn.

Varios posibles prospectos, surcaron su mente en un muy breve lapso de tiempo. En el cual miles de escenarios imposibles y muy diferentes entre sí, aparecieron dentro de su cabeza, aunque no estaba muy seguro de sí quiera habérseles acercado, o algo parecido a eso, porque en toda la velada había estado junto a Kim.

Lo último que recordaba de hecho era estar hablando con JongIn, en el diminuto baño del primer piso, sobre el «bebé» y su posible 'rol' como padre del mismo, después de eso, sólo tenía recuerdos borrosos, sin sentido o lógica alguna.

No había nada exacto que lo ayudará a entender, en donde diablos estaba o intuir de quien era el departamento u algo parecido a eso. Porque aunque él conocía bien a todos y cada uno de los invitados del menor, nunca en su vida, había estado en ese sitio y ninguno de sus amigos, tenía un lugar como ese al cual ir.

Escaneo, hasta el más mínimo rincón del lugar, tratando de encontrar en la decoración o los objetos algún un indicio de donde estaba. Con cuidado se deshizo de las sábanas abriendo las orbes con sorpresa al encontrarse así mismo sin sus jeans, -en pura ropa interior-, dejando a la vista sus piernas torneadas y largas, recayendo también, en la playera que traía puesta. La que, evidentemente, no era suya y le quedaba, en verdad grande.

Supuso entonces, que el dueño del aquel insípido y peculiar lugar, debía ser muchísimo más alto. Bastante curioso, se percató de que la playera, era de un equipo de fútbol extranjero, uno europeo, sino se equivocaba. Una playera que muy irónicamente le parecía familiar, aunque a él, no le gustaba en lo absoluto el fútbol y en su familia, no eran fanáticos de ningún deporte en particular.

Aun así y pese a lo extraño que era la situación, no se asustó en lo absoluto y nuevamente le restó importancia al asunto. Si se hubiera involucrado con un desequilibrado mental o demente después de todo, para ese punto, ya lo sabría.

Tras pensárselo un poco dejó la cama, poniéndose de pie con rapidez, lo que resultó ser una pésima idea por lo que se vio obligado a cerrar los ojos fuerte y a sujetarse del muro, al sentir que el piso se le movía y todos los muebles, a su alrededor en aquel lugar, se hacían borrosos por un breve segundo.

Ahí estaba de nuevo.

Como siempre se sentía terrible, tenía un enorme malestar estomacal, sentía la boca seca y de la nada tenía frío. El malestar matutino sumado a la resaca era un jodido asco, pero no se quejó al contrario, caminó lentamente hacia el balcón, mirando hacia el exterior.

Estaba en la zona centro de Seúl cerca de la estación del subterráneo que iba a Gangnam, eso era algo bastante fácil de deducir por los enormes edificios y los condominios a su alrededor.

Voces del Corazón [2min] Where stories live. Discover now