Capítulo 66

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~Sid~

Tome el trapo que estaba sobre la mesa y limpie el cuchillo. Mire de reojo a Ney, quien permanecía con los pies sobre la silla, mirando su móvil. ¿Qué tanto veía? Hasta donde tenía entendido, no había señal en la casa.

― ¿Hasta cuándo estaremos aquí? ―pregunte sin poder ocultar mi cansancio.

No me quejaba, porque tenía que admitir que la casa era una maravilla y tenía todo para pasársela de la mar, era casi como un spa, pero ya llevábamos más de un mes ahí, así que comenzaba a aburrirme. Había pocos canales en la televisión, me había terminado las películas que Louis me había proporcionado y sin cobertura, no podía hacer mucho en el móvil. Ney levanto la vista con una expresión de fastidio, sabía que se molestaría ante mi comentario, pero no deseaba seguir así.

― ¿Te estas quejando? ―pregunto sin ocultar su malestar. Esos días parecía más extraña e irritable que de costumbre. Y aunque la primera semana no dejaba de reírse y parecía feliz, ahora era lo contrario.

―No es eso…

―Pues es justo lo que parece ―dijo poniéndose de pie y cruzándose de brazos― ¡Dios! Creo que nunca te doy gusto. Siempre te estas quejando.

―No te pedí que me trajeras.

― ¿No? ¿Acaso me estas reprochando? ―esa discusión no llegaría a ningún lado, era mejor cortarla.

―Ney… ―Levanto una mano con la palma extendida hacia mí y negó.

―Mejor termina de preparar la comida ―salió, cuchicheando cosas que no pude entender, pero seguro no eran nada gratas.

Esto comenzaba a superarme de muchas formas. Necesitaba comunicarme con Sandra, no tenía idea de que había ocurrido o mejor dicho, de que había hecho Ney. Porque ese repentino viaje me parecía demasiado sospechoso y no solo eso, me daba la impresión de que intentaba mantenerme aislada. Como si no quisiera que supiera algo.

¤

Probé de nueva cuenta la pasta y puse la mesa. Baje hacia la sala, donde escuchaba la voz de Ney y al parecer la de Louis. Quise interrumpir su conversación, pero parecía alterada.

―Entonces… ―Me detuve en lo alto de la escalera, justo detrás de la pared. No me gustaba el tono de voz de ella― ¿Esa maldita mujer regreso a la empresa?

―Si ―Afirmo con tranquilidad. No entendía cómo podía soportarla, había visto como le gritaba en varias ocasiones. Bueno, yo era quizás la menos indicada para juzgarlo, llevaba años aguantando sus desplantes y berrinches.

― ¡Maldita zorra! ― ¿De quién hablaban? ¿De la tal Hannia? Claro, era la única capaz de ponerla tan de malas. No era buena idea hablarle de comida en esos momentos, me enviaría por un tubo. Me di la vuelta, con intensión de regresar a la cocina pero― ¿Acaso no le basto perder al bastardo? ―Me quede petrificada.

La Esposa de mi HermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora