24| El plan

357 33 21
                                    

Penúltimo capítulo

اوووه! هذه الصورة لا تتبع إرشادات المحتوى الخاصة بنا. لمتابعة النشر، يرجى إزالتها أو تحميل صورة أخرى.

Penúltimo capítulo

Foxy estaba de pie en medio de la cocina, presa del pánico que paralizó cada molécula de su anatomía. La música de Frank Sinatra seguía sonando por la radio.

—¿Viste todas las uvas que recolectaron tus amigos? —dijo la señora Adela entrando a la cabaña—. De no ser por ellos, habría perdido un montón de dinero.

Foxy apenas escuchó. Sus pensamientos se atropellaban unos con otros intentando hallar una salida rápida. Estaba tan enredada con ellos que ni siquiera podía entender lo que estaba pensando.

—¿Ocurre algo? —preguntó la señora cuando notó que la chica tenía la cara pálida.

Tras escuchar la voz de Adela, Foxy se incorporó de golpe a la realidad. Los sonidos y colores a su alrededor regresaron. Estaba en medio de la cocina, con las manos sujetando la escoba y el corazón palpitando con violencia dentro de su pecho. Tardó unos segundos en elaborar una excusa.

—Sí, es que... —Se pasó la mano por la frente, la que había empezado a sudar—. Me quedé pensando si le eché sal o azúcar a la sopa.

«Dios, qué excusa tan nefasta», pensó inquieta. La señora Adela arrugó el entrecejo y se dirigió a la sopa. Extrajo un cucharón que colgaba en la pared y lo hundió en la cacerola. Cuando probó el líquido, volteó a mirar a Foxy.

—Quédate tranquila, no le echaste azúcar.

Foxy compuso una sonrisa tiesa que no disimuló en absoluto el pánico que sufría. Más bien, era una mueca dolorosa y preocupante.

—¿Estás bien? —le preguntó a Foxy, dándose cuenta de que algo le había ocurrido.

—Sí, es que... No es nada —titubeó—. Sólo me preocupé de haber arruinado la sopa. Pero no lo hice, así que estoy bien.

El entrecejo de Adela se frunció. No quiso entrometerse más en lo que le había pasado, así que se retiró nuevamente de la cocina para devolverse al patio y terminar su jornada alimentando a las gallinas.

Ahora que volvió a estar sola, el forzado bienestar que Foxy tuvo que elaborar para no preocupar a Adela se desinfló como un globo. La espalda se le encorvó y la respiración se le desregularizó, como si le hubieran pronosticado que en una hora más se avecinaba su muerte.

Aunque, en ese preciso momento, la muerte no parecía tan terrible para Foxy. Estar en la cárcel para compartir celda con otros criminales y no tener la vida que siempre quiso tener, era peor que morir. En ese caso, su mente estaría condenada a enloquecer a un nivel donde vivir se convertiría en una tortura. La muerte, por el contrario, significaba apagar sus pensamientos hirientes. Era como apretar el botón de off de una radio que no hace otra cosa más que emitir ruido.

Si muriera, dejaría de batallar contra los recuerdos de su crimen.

Impulsada por el desespero de las circunstancias, caminó hasta los cajones que estaban junto al horno y abrió el primero. Allí dentro había cucharas, tenedores, cuchillos e instrumentos que, si eran bien utilizados, servirían para terminar con su vida. Los miró con los ojos abiertos a tope, vacilantes, siendo presa de un nuevo pavor que le impidió mover una mano, coger un cuchillo y hacer lo suyo.

El Chico Zeppelin 1 | 𝕯𝖚𝖋𝖋 𝕸𝖈𝖐𝖆𝖌𝖆𝖓 ©حيث تعيش القصص. اكتشف الآن