8| Besos de fuego (+18)

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Después de haber escuchado a Duff, la cabeza de Florah se heló como si toda la sangre que daba vueltas por sus venas se quedara estancada en sus pies.

—¿Es cierto lo que me estás diciendo? —musitó con seriedad.

—Sí, Florah, Clark me dijo que lo llamó un hombre de voz desesperada. Preguntaba por ti y no paraba de decir... lo que te acabo de contar.

Florah exhaló su aliento y, de pronto, se quedó sin aire. Los hombros se le desarmaron por haber perdido la fuerza. Tenía que ser una mentira, era una noticia completamente descalabrada y sin sentido alguno, pero el rostro de Duff, el cual estaba más pálido que ella, le hizo ver lo real que eran sus palabras. No estaba bromeando. Su madre estaba muerta. Y ella... ¿la había matado?

Duff se percató de que Florah comenzó a respirar de manera irregular, como quien está al borde del colapso, así que se acercó con cuidado y la abrazó contra su pecho.

Florah se quebró al igual que un vidrio y fue dominada por un desgarrador llanto que, de no ser por los brazos de Duff, la hubiese botado al piso. Lloró con la cabeza hecha un lío de preguntas. Inmediatamente se arrepintió de haber huido, pues de no ser por eso su madre no estaría muerta.

Transcurridos los minutos, el llanto de Florah por fin cesó, concluyendo con débiles sollozos que apenaron el corazón de Duff. Con mucho cuidado, le agarró el mentón para que Florah saliera del escondite que había encontrado en sus brazos. Sus ojos irritados y nariz rosada se expusieron a la luz de la habitación; el alma de Duff quedó pendida de un hilo.

—Mi mamá murió —dijo Florah, con una voz apenas perceptible, y al oírse se dio cuenta de lo surreal que se había vuelto el día. ¿Cómo era posible que de un segundo a otro cambiaran tanto las circunstancias? ¿Y de una forma tan macabra?

—Si acaso lo has pensado, puede no ser cierto, quizá es una forma de manipularte para que vuelvas; a lo mejor tu mamá está bien.

Cuando Florah escuchó eso, ya no supo qué pensar y se echó a llorar otra vez. Duff se arrepintió por haberle lanzado aquella hipótesis que era una bomba de confusión para ella. La acercó nuevamente a su pecho y le dio besos en su cabeza.

Esa mañana fue totalmente gris para Florah. Si bien se le habían acabado las lágrimas, ya no tenía ánimo para hacer nada. Duff tuvo que salir a comprar el desayuno y el almuerzo porque sabía que ella no era capaz de salir de la habitación, con suerte se levantaba de la cama para ir al baño. La pena que Florah tenía en el cuerpo era equivalente a tener los brazos y piernas encadenados a un ancla.

A lo largo del día Florah se rebulló en preguntas que carecían de una respuesta clara. ¿Por qué había muerto su madre? ¿Acaso le causó un infarto con su huída? ¿Cuándo sería el funeral? Para tener más detalles sobre la trágica noticia que colocó de cabeza su día, tomó la decisión de llamar a su casa para hablar con su padre.

El Chico Zeppelin 1 | 𝕯𝖚𝖋𝖋 𝕸𝖈𝖐𝖆𝖌𝖆𝖓 ©Where stories live. Discover now