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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente.

Después de una tarde de risas, peleas y diversión. Ymir e Historia se habían retirado hacia su hogar.

Annie estaba en el baño, había terminado de darse un baño para sacarse el cloro de la pileta tanto del cuerpo como del pelo. Cuando terminó de bañarse, iba a tirar su ropa sucia en el cesto de ropa para lavar. Se extrañó al ver una de sus tangas salidas, extrañada la agarró para colocarla nuevamente en el cesto. Mirando sorprendida dicha prenda, al notar que esta se encontraba húmeda y demasiado pegajosa, iba a soltarla asqueada cuando unas manos a los costados de sus pechos hicieron que agarrara la tanga de manera más fuerte.

—¿Te gusta?— murmuró Mikasa muy cerca del oído de Annie, pegándose completamente a ella. Apoyando su creciente erección en la espalda baja de la rubia.

—M-mikasa, ¿Qué demonios hiciste?— la rubia tuvo que retener un gemido al sentir la cercanía de la pelinegra y su notable bulto en su espalda baja.

—Pues... Me masturbé con tu tanga, no me resistí. Me dejaste demasiado caliente y necesitaba algo para saciarme— aclaró comenzando a besar de manera erótica su cuello, pasando lentamente la lengua y después succionando lentamente. Causando que la rubia comenzara a gemir.

—Sos un asco— Annie se quejó pegándole un manotazo en el hombro dejando la prenda en el tacho de la ropa sucia. Pero sin alejarse de ella.

—Admítelo— Mikasa subió sus manos hacia los pechos de la rubia, comenzando a masajearlos suavemente.

—¿A-admitir qué?— logró preguntar soltando un gemido a la mitad de la pregunta debido al toqueteo que Mikasa ejercía en sus pechos.

—Admite que te excita el hecho de imaginarme masturbándome con tu tanga, la prenda subiendo y bajando, envolviendo mi pene. Imaginándome imaginando que es tu mano la que lo hace, en lugar de tu ropa interior— Annie largó un fuerte gemido al imaginar dicha situación, sintiendo como las caricias en sus senos se hacían más rudas, pero sin llegar a lo extremo. Siendo sorprendida por la pelinegra, quién le dió la vuelta, atacando directamente sus labios. Los absorbía y besaba con fuerza, deseo y lujuria. Annie disfrutó de sentir a Mikasa siendo tan posesiva con su boca, al igual que esta disfrutaba de ser posesiva con Annie. La pelinegra absorbía tanto los labios como la lengua de la rubia, escuchando pequeños jadeos y gemidos entrecortados en el medio del beso.

Mikasa seguía besando hambrientamente a Annie, agarrándola de los muslos y levantándola en el acto, haciendo que la rubia enrredara sus piernas en su cintura. Mikasa no perdió el tiempo y llevó sus manos al trasero de la rubia para sostenerla, para después llevar su boca a sus pechos, topándose con la toalla con la que Annie se había secado luego del baño. La agarró de un borde y la arrancó con fuerzas, la rubia pensó que la había roto, pero su pensamiento se fue a la mierda cuando sintió la lengua de Mikasa lamiendo suavemente su pezón derecho, para después ser cambiado por una succión.

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