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          Marceline, joven amiga, —Y casi hija de Simon.— Se hallaba ahí, en su sofá con una bella guitarra reposando en sus piernas mientras escuchaba el vago discurso y excusas de Simon por no haber podido ir a verla hace unos días.

—Es verdad lo que te digo, Marcy, finalmente conocí a alguien.— Simon se veía curiosamente muy alegre para lo que estaba contando.

—Me estás diciendo que no veniste por ir con una extraña, ¿Es en serio?

—No es cualquier extraña.

—Simon...

Ambos se conocían desde hacía bastante tiempo, principalmente, porque Simon cuido un tiempo de Marcy, cuando era más pequeña sus padres la habían dejado con su suerte al azar.

Simon jamás lo comprendió.

No había una razón, ni tampoco una forma. Ni siquiera una versión precisa de la historia.

Simplemente fue una Marcy pequeña, llorando fuera de su puerta una noche lluviosa a las tres de la mañana. Fue cuando la conoció. Lo recordaba perfectamente.

Así que ella conocía una gran parte de él.

Por lo que, al escucharlo, se vio evidentemente extrañada por las tantas cosas que Simon decía.

—¿Estás seguro de ello?— Preguntó.

Pero Simon no contesto, se quedó pensando unos segundos en donde Marcy se preguntó que tanto ocurría por su mente.

¿Es posible que justo ahora haya una guerra en su mente donde distintas partes luchan entre sí para ponerse de acuerdo en decir algo? Marcy estaba segura de que así era.

—Claro que sí...

Finalmente murmuró él.

Pero ante ello, fugaces recuerdos llegaron a Marceline, entonces, se vio algo preocupada de que Simon volviera a intentarlo.

Pero no dijo nada al respecto.

Las 100 Cartas Que Jamás Te Entregué (Simon Petrikov)Where stories live. Discover now