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La fría brisa indicaba que el invierno estaba cada vez más cerca de llegar.
Con una canasta en mano apreciaba todos los puestos del lugar como si nunca antes los hubiera visto, aunque literalmente memorizó cada puesto ya que antes llegaba a perderse varias veces y la señora Ayaki tenía que ir por su rescate.
Hablando de aquella mujer, el día de hoy tenía el día libre, por lo tanto le era más fácil cuidar de Rui y aprovechando esto, decidió salir al mercado a comprar ingredientes para no tener que salir entre semana.
-Buenos días, ________. Me alegra verte por aquí━una señora mayor de edad le acarició la cabeza, él con gusto sonrió ya que la conocía desde hace tiempo.-
-Me alegra que siga gozando de salud y felicidad, señora Fuji━apartó la vista por unos segundos de la mayor para escojer alguna que otra hierba medicinal que podría servirle al pelinegro que cuidaba.-
la mayor se tuvo que despedir de él ya que tenía otras compras que hacer, dejándolo con la compañía de sus pensamientos.
Le entregó unos yenes al vendedor y sin más se retiró para seguir caminando observando los puestos para ver que se le ocurría preparar ese día para la cena/comida.
Terminó de comprar alguna que otra fruta cuando un delicioso y dulce aroma llegó a su nariz, guiándose con aquel sentido llegó hasta un puesto que nunca antes había visto.
Era pequeño, solo una canasta grande cubierta con una manta y al lado lo que parecía ser una pequeña parilla. Quien atendía era una ancianita de cabellos canosos y ojos azules, aquella mujer notó su curiosidad así que decidió hablar.
-¿Quieres uno?━preguntó retirando la manta de la canasta, mostrando diversos dulces que lucían bastante bien.-
Había de todo. Dangos, taiyaki, mochis, ohagis, galletas, cualquier dulce que se le pudiera ocurrir.
Y bueno, hace tiempo que no comía dulces.
Revisó su pequeña bolsa para ver cuanto dinero tenía, le alcanzaba para al menos seis dulces.
-Podría darme unos..-
• • • • • • •
su canasta estaba llena y pesaba más de lo normal, pero nada que no pueda manejar. Ahora caminaba regreso a casa con una sonrisa en su rostro, abrió la puerta y entró, cambiando sus zapatos y se dirijió a la cocina donde dejó todo lo que había comprado, escondiendo la bolsa de duces entre su ropa.
-Oh, _______. Llegaste━la voz de la señora Ayaki le hizo dar un brinco, casi se le salía el corazón del pecho.-
-Lamento salir tan temprano de casa, en unos minutos prepararé la comida━algo nervioso empezó a acercarse al pasillo que daba a su habitación, escondiendo sus manos detrás de él.-
La mayor pareció no darse cuenta de eso, por suerte de él.
-Rui en cuanto despertó preguntó por ti, parece que ya se hicieron buenos amigos.-
Por algo que no comprendió, su corazón empezó a latir ahora con bastante rapidez y sintió su rostro arder, aprentemente, sin razón alguna.
-C-claro, si me disculpas. Debo ir a mi habitación.-
Y desapareció por el pasillo, dejando a la mujer confundida pero después de unos segundos soltó unas risas.
-Estos chicos, son muy tímidos.-
Volviendo con _______, con sus pies ligeros daba pasos rápidos directo a su habitación, al llegar se sentó de golpe en su futón, quejándose por momentos por su tonta acción ya que ahora tenía un ligero dolor en el trasero, pero ignorando esto sacó los dulces desde el interior de su kimono.
Cualquiera diría que sus ojos brillaron cuando los vió.
Tomó un ohagi y lo mordió, quedando fascinado con su exquisito sabor. Lo masticó con sus ojos cerrados, disfrutando de cada mordisco que le daba, y al terminar volvió a abrir los ojos y miró lo que quedaban de dulces.
Y entonces recordó a Rui.
-Iré a darle uno, tal vez le guste.-
Tomó de nuevo la bolsa con una sonrisa para caminar hacia la habitación del oji-azul, gracias a su oído agudo se dió cuenta hace tiempo que el de menor estatura estaba despierto y muy probablemente aburrido.
-Rui, ¿puedo pasar?━llamó a la puerta, dando unos ligeros golpesitos para no asustarlo.-
Dentro de aquel cuerto, estaba el pelinegro, que en cuanto escuchó la voz del Koyuki su corazón dió un vuelco de felicidad e inconsientemente una sonrisa apareció en su rostro.
-Claro, puedes pasar.-
Y con ello entró, caminando a paso lento hacia Rui para sentarse en el suelo a su lado y dejar la bolsa frente a él, aún cerrada.
-Oh, ¿qué es esto?-
La curiosidad en los ojos del chico podía verse a kilómetros. Con sus delgadas manos quitó la cuerda que mantenía cerrada la bolsa y entonces pudo ver su contendo, dejando caer su mandíbula ligeramente formando una pequeña 'o'.
-Una anciana los vendía en el mercado, decidí comprar algunos.-
-El..¿mercado?-
En sus adentros tenía algo de envidia del Koyuki, pues él podía vivir lo que él deseaba: salir a pasar, jugar en la nieve, poder correr sin tener que detenerse porque el aire faltaba en sus pulmones.
Él lucía como un sueño.
-Toma uno━la voz del peli-___ lo volvió a sacar de sus pensamientos.-
Ignoró todo en su mente y decidió cuál escoger, pues todo lucía delicioso. Terminó tomando una pequeña bolita de color rosa, algo curiosa a su punto de vista.
-Oh, es un mochi. Pruébalo, es el favorito de muchos━el otro se dió el tiempo de explicarle al ver su extrañez.-
Confiando plenamente en ________ le dió una pequeña mordida, sintiendo de inmediato el sabor dulce inundar su paladar.
-Es...¡Increíble!-
Sin poder resitirlo comió más rápido aquel pastelito, sacando algunas risas de Koyuki, avergonzándose segundos después por eso.
A los ojos del más alto por algunos centímetros, Rui era lindo.
¡Digo!
Era un cumplido entre amigos, ¿no?
Tal vez comparta con él más dulces.
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Pequeña referencia al 'She looks like a dream'.
Porque es de mis canciones favoritas.
A todo esto, una curiosidad sobre esta historia.
Esta historia llegó a mi mente mientras escuchaba 'snowman' de SIA.
