Vulnerable. Esa era la palabra que había descrito a Natalie Dankworth desde sus dieciséis años, cuando sus sueños de vivir felizmente se rompieron junto con su familia.
¿Para el amor? Siempre tomó la decisión errónea, cosa que le hizo cerrarle las p...
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Había pasado casi dos semanas desde la fiesta de cumpleaños de Dinora.
Dos semanas en las cuales no había hecho más que escabullirme de mis sentimientos en mi habitación, con una para nada sana rutina, la cual consistía en despertarme tardísimo, ducharme, comer y volver a la cama a ver algo en la televisión o deprimirme escuchando a The Killers.
También en esas dos semanas había evitado a Charlie a toda costa, no había respondido a sus mensajes y menos a sus llamadas.
No estaba preparada para enfrentarlo sabiendo lo que sentía por él, mi plan era esperar a que los sentimientos se esfumaran de un momento a otro pero si me preguntasen si eso estaba funcionando la respuesta era que no iba por buen camino puesto que me encontraba pensando en el inglés constantemente.
Ahora me encontraba sola en casa, Dinora había viajado a Seattle para una conferencia de política, Tom había salido y Ryan probablemente estaría durmiendo, lo que contaba como estar sola.
Me tiré en la cama y me acobijé, debido a que tenía el aire acondicionado encendido. The Office se reproducía en la televisión así que le presté atención.
Escucho que llaman a la puerta así que le digo que pase, probablemente sea Ryan quién me dirá que tiene hambre.
—Adelante.— digo. Escucho la puerta abrirse y vuelvo a hablar. —oye Ryan, ¿puedes pedir algo de comid...— cuando veo que no se trata del canadiense y en su lugar está otra persona me quedo sin moverme aún así no puedo ocultar mi sorpresa.
—Bueno, no soy Ryan pero si traje comida.— mueve las bolsas en sus manos y aunque mi plan era evitarlo no puedo negar que una parte de mí está feliz viéndolo de nuevo.
—Charlie, ¿qué haces aquí?— murmuro
—Quería saber de ti pero por algún motivo que desconozco has estado ignorándome.— frunce el ceño y me siento mal ante ello.
—Lo siento, no han sido mis mejores días.— no trato de excusarme, así que me hago a un lado dejando espacio para Charlie y golpeo la cama indicándole que se siente.
Él me obedece y me entrega la bolsa.
—No te hubieses molestado.— sonrío apenada y él niega.
—Quería hacerlo, sé lo mucho que te gustan los boneless con papas fritas.
