Capítulo XIII Philippe, el estratega - Parte I

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Pasar tiempo a solas con Maurice se convirtió en una ilusión al tener a la familia Gaucourt en el Palacio de las Ninfas

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Pasar tiempo a solas con Maurice se convirtió en una ilusión al tener a la familia Gaucourt en el Palacio de las Ninfas. Los niños acaparaban a su tío, ávidos de historias sobre el nuevo mundo y las tertulias entre los adultos se hacían interminables. Política, filosofía, teología, música, teatro y, por supuesto, chismes de palacio, dominaban nuestras sobremesas; se podía bromear con que teníamos consejo de ministros cada día.

Sin embargo, la pequeña Corinne era el centro de atención. Su bautismo se celebró como una fiesta familiar y pude ver otra faceta del Duque de Alençon: le fascinaban los niños. Cargaba a la bebita cada vez que Adeline se lo permitía y jugaba con los otros niños compitiendo en alcahuetería con Théophane.

Solo Micaela se atrevía a disputar a la pequeña con el devoto padrino, mientras que Raffaele y yo nos resignamos a que no podríamos sostener a la niña cuando ellos estuvieran cerca. Maurice no mostró interés por consentir a su nueva sobrina, decía que tenía suficiente con Leopold, de diez años, Oscar, de ocho, y Théophane-segundo, de apenas tres, robándole su tiempo.

Los tres niños se mostraban más inquietos que de costumbre porque su madre estaba dedicada a su hermanita, así que eran necesarias dos de las institutrices y varios sirvientes para que su inagotable energía no se desbocara.

El único momento en el que dejaban de jugar y corretear era cuando su padre estaba presente, entonces se acercaban a él y lo admiraban como si lo que estuviera diciendo o haciendo fuera algo asombroso. Saqué como conclusión que Joseph, tan inquieto para los negocios como sus hijos para los juegos, no pasaba suficiente tiempo con ellos.

Fue precisamente debido a este afán que aprovechó la primera oportunidad para proponerle a Philippe una reunión con Clément, lo que trajo como consecuencia imprevista que el Duque se enterase de la existencia de Xiao Meng. Raffaele tuvo que componer una historia convincente y llena de omisiones para explicar cómo lo habíamos conocido.

La reunión se llevó a cabo esa misma semana. Al ver llegar a Clement y a Xiao Meng, supuse que permanecerían varias horas en el despacho junto con Joseph y Philippe, por lo que hice planes para escapar al lago con mi pelirrojo, pero al eunuco se le ocurrió decir que yo era su patrón y terminé encerrado con ellos.

Me quedó claro que Philippe y su sobrino pretendían convertir a Clément en socio y tapadera del comercio ultramarino que querían emprender. Para eso ya disponían de varios barcos que habían adquirido.

—No te preocupes, Vassili —afirmó Joseph cuando manifesté mis reservas—, a nadie le parece extraño que el Duque de Alençon obtenga nuevos barcos porque, al igual que otros nobles, financia su propio ejército.

—No tenía idea.

—No suelo hablar de eso —se apresuró a decir Philippe—, después de todo, mis hombres y mis naves están al servicio del rey Fernando. Cuando vengo a Francia es para holgazanear.

Engendrando el Amanecer IIIWo Geschichten leben. Entdecke jetzt