Capítulo I Muros de Cristal - Parte II

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El infierno debe asemejarse a estar atrapado en una habitación escuchando un debate sobre teología, después de que tu amante te ha mandado a callar varias veces para dedicar toda su atención a una sirvienta engreída.

Deseaba marcharme para mostrar que me sentía ofendido, pero todo indicaba que Maurice ni siquiera iba a darse cuenta. Ya no había dudas de que la forma más rápida de seducirlo era retarlo con un duelo teológico.

Por supuesto que Evangeline no era rival para él, mi pelirrojo bien podría haber rebatido sus argumentos si hubiera querido. El problema radicaba en que él no pretendía imponer su punto de vista sino discernir el asunto desde todos los ángulos.

Aquello habría tenido sentido si hubiera estado hablando con alguien igual o más docto que él y no con la muchacha que limpiaba su habitación cada mañana. ¿Por qué se interesaba en escuchar sus necias pretensiones?

—Yo estoy segura de que puedo ser Jesuita, soy capaz de trabajar tan duro como cualquiera.

—¿Hasta cuándo vas a seguir con eso, Evangeline? —se lamentó agotado mi pelirrojo—. ¡Vassili no te rías! Esto no tiene gracia.

—Permíteme señalar que recoges los frutos que has sembrado, mi querido Maurice. Le llenaste la cabeza de tonterías y ahora no logras que sea razonable.

—Estoy siendo razonable —afirmó la sirvienta, enfrentándome—. Hasta ahora ustedes no han respondido mis preguntas: ¿Por qué no puedo ser Jesuita por ser mujer? Si la Biblia dice que Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, ¿por qué nos consideran menos dignas que los hombres?

—Temo que Dios tiene poco que ver en la manera en que son consideradas las mujeres. De hecho, el primer relato del libro del Génesis dice que hombres y mujeres, por igual, son imagen y semejanza de Dios, pero el segundo relato es un mito que refleja la cultura patriarcal de la época en que se escribió.

Los dos intentaron exponer qué decía la Biblia sobre las mujeres para establecer la posibilidad de que existiera una mujer jesuita. Nunca encontraré tópico más ajeno a mí que ese, sin embargo, en cierto momento Evangeline esgrimió un argumento tan escandaloso que terminé volviendo a meterme en el debate:

—En el evangelio, cuando Jesús visitó a Lázaro y a sus hermanas, Marta acusó a María por haberse sentado a escuchar a Nuestro Señor Jesucristo en lugar de hacer los oficios de la casa. Él la justificó diciendo: "María ha elegido la mejor parte y nadie se la quitará". ¿Qué crees que significa eso, Maurice? Yo pienso que permitió que fuera su discípula. ¿No lo ves? Tú fuiste quien me enseñó a leer el Evangelio, ¿no lo ves así?

—Es cierto que esa parece ser la única explicación coherente para el texto... —murmuró Maurice.

—Por supuesto que no —chillé—. Es una alegoría entre la vida de los que se dedican a la contemplación de Dios y la gente que se ocupa de sus asuntos en el mundo...

—Pero en el tiempo de Nuestro Señor esa comparación no tenía sentido, así que no puede referirse a eso. Lo que plantea Evangeline parece más acertado y resulta fascinante: ¡En una época en la que una mujer no podía elegir nada, Jesucristo deja que esa mujer elija la posición a la que solo los hombres tenían derecho! ¡La posición de discípula!

Vi espantado cómo Maurice llegaba a la conclusión de que su querido Maestro y Señor habría dejado que Evangeline fuera Jesuita, lo mismo que dejó a María, la hermana de Marta y Lázaro, quedarse sentada escuchando sus enseñanzas.

Y no se conformó con eso, se atrevió a proponer que no era voluntad de Dios que todas las religiosas vivieran encerradas y que debería permitírseles predicar e incluso recibir el sacramento del orden sacerdotal. Una absoluta locura porque eso les abría las puertas para ocupar puestos en las altas jerarquías de la Iglesia.

Engendrando el Amanecer IIIWhere stories live. Discover now