Capítulo VIII: Axel

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—Tú marca el camino, sabrás a dónde ir. Yo te seguiré.

Axel no había usado uno de esos portales desde hacía mucho tiempo, nunca antes le habían gustado. Al atravesar los anillos una sensación de desprendimiento se instalaba en el cuerpo, como si una parte de él insistiera en quedarse de un lado del portal mientras la otra viajaba por el espacio.

La primera vez que los novatos hacían un salto en los portales terminaban con la cabeza metida entre las piernas, era difícil controlar el vómito. Con el tiempo, el estómago dejaba de revolverse.

—¿Seguro que puedes hacerlo?

—Sí.

Los anillos de traslación venían en pares. Un Eriline debía cruzar primero marcando el destino, un lugar conocido al detalle y de preferencia, inofensivo. No era agradable cuando tenían imprevistos, como rodar colina abajo sin poder detenerse, Axel ya había pasado por eso y sabía muy bien que no era agradable.

Eligió su apartamento en la calle 13. El lugar era pequeño pero bastaría para mantenerlos seguros hasta que pudiesen decidir que hacer, el poder divino era percibido por los Eriline desde grandes distancias. En las ciudadelas se mantenía un registro de todos los fenómenos extraños, y un incendio en medio del bosque que no había dejado nada más que un círculo enorme de cenizas llamaría mucho la atención. Tendrían un par de días cuando mucho para escapar de la Garita 43.

Axel cayó de agotamiento, los miembros le temblaban. Sentía que se desvanecería por el esfuerzo, pero debía abrir el camino para Mich o se quedaría atrapado del otro lado.

Una vez los anillos habían estado juntos en un lugar, era casi imposible separarlos. Cuando Axel viajó hasta su departamento, él anillo que quedó en mano de Mich exigió regresar con su compañero.

Axel se puso de pie, se sostenía de las paredes y el escaso mobiliario para llegar hasta el anillo dorado en medio de la sala. El portal daba vueltas en el suelo sin control, Axel se inclinó para recogerlo.

Perdió el equilibro y cayó. No podría levantarse hasta que Mich apareciera, arrojó el anillo contra la pared y el portal apareció de nuevo. Mich lo atravesó llevando el cuerpo de Cecily arrastras. Poco después, el cuerpo de Marina le siguió.

—Axel, estas… —Señaló su rostro con una mueca, Axel no entendía a lo que se refería hasta que Mich le pasó un espejo.

—Me estoy fracturando.

Las fracturas de poder eran comunes entre los Extractores, pasa cuando un Eriline excede sus capacidades. Su piel se agrieta, el poder rompe el envoltorio al que se ha visto contenido para escapar.

—¿Crees que podrás asimilarlo?

—No.

—Axel, puedes hacerlo. Pasaste los últimos años extrayendo su poder, esta vez no será diferente. Solo necesitas tiempo.

—Necesito liberarlo. Este poder no es como el tuyo, no es como el de nadie que hayamos conocido.

—Asimila tanto como puedas, hasta que no estés bien no podremos salir de aquí. Cecily lanzó una señal para que todos viniesen a nuestro encuentro. La única opción que te queda es quemar todo el maldito bosque.

Axel cerró los ojos, se dejó caer en el remolino de emociones que Cecily había depositado en su poder. Soportar ese fuego, era soportar los alaridos de dolor que soltaban las personas a las que había quemado vivas. Podía ver la gente corriendo envuelta en llamas, las construcciones cediendo, derrumbándose.

Todo era su culpa, él era Cecily, él era su poder.

De pronto en medio del caos, de sus propios gritos, se vio a sí mismo. Estaba arrodillado frente a Cecily, le decía cosas que ella no podía escuchar, se sostenía la cabeza moviéndose en posición fetal. Lo golpeaba cuando intentaba tocarla, sólo lloraba.

OblaciónWhere stories live. Discover now