Capítulo VI: Marina

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Axel siempre decía que jamás se atrevería a insultar la inteligencia de Marina, sería un sacrilegio para él

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Axel siempre decía que jamás se atrevería a insultar la inteligencia de Marina, sería un sacrilegio para él. Ella no podía negar que tenía buenos motivos para eso.

Después de conocerse sintió curiosidad por él, cuando hizo preguntas al respecto sólo consiguió respuestas vagas. Las personas a las que Axel solía frecuentar sabían que había llegado de Balbiera, una ciudadela de gran peso dentro del Concejo debido a sus arcas llenas de oro; frecuentaba la única librería de la Garita, bebía uno o dos tragos en La trampilla y se alojaba en una cabaña en el bosque.

No era poco frecuente que los recién llegados buscasen los alojamientos más baratos que la comunidad pudiese ofrecer, pero pocos se interesaban en las casas abandonadas a las afuera de los muros de la Garita. Seguían estando a una distancia considerable de la frontera, los Besta podían llegar para atacarlos. Era una posibilidad que debían contemplar aún cuando no había habido un ataque desde hacía más de diez años.

-Deberías dejarte caer por su casa -Marzee estaba un poco borracha, y confabulaba con Arose para que Marina invitara a Axel a salir.

-Me parece interesante... -Ignoró los chillidos que Arose soltó, especialmente porque no tenía intenciones de decir algo malo y alejarla de la mesa a la que no había sido invitada a sentarse- no al punto de querer acosarlo.

-¿Qué no es lo mismo? -Arose se rió de la mirada horrorizada que Marina le ofreció. -Si existe interés entonces debes asegurarte de que no sea un psicópata, lo que tu llamas acoso es la mejor forma de descartar esa posibilidad.

-Para ser honesta me aterra la manera en la que ves las relaciones, así que ignoraré lo que has dicho y me iré de aquí.

Unos minutos después Axel había entrado al bar, sólo bebió un trago antes de empezar su turno en los hornos, pero Arose no dudó en saludarlo y hacer comentarios inapropiados que él solo ignoró.

Marina nunca había visto esa cabaña, él nunca se ofreció para llevarla y cuando consiguió suficiente dinero para arrendar un departamento dentro de los límites de la Garita, olvidó por completo su existencia.

Más de dos años después Marina, una vez terminada su relación con Axel, lo vio entrar en el edificio de arriendos una tarde que él debía estar en los hornos, como le había dicho al pasarse por el bar más temprano ese día.

Hasta donde Marina sabía Axel no tenía motivos para ir allí, no cuando pagaba meses de alquiler por adelantado y evitaba los edificios de apoyo a toda costa. Aunque le pareció extraño, no se acercó para averiguar qué pasaba y tampoco le preguntó al respecto. Lo dejó pasar. Tenía que recordarse que los asuntos de Axel ya no eran los suyos.

Unos días más tarde, Colter, el encargado que regentaba el edificio de arriendos, se pasó por el bar. El pobre hombre estaba bastante borracho cuando Marina le llevó una ración de papas fritas, lo observó comerlas por unos minutos antes de atreverse a preguntar por lo que estaba haciendo Axel en su oficina, al final la curiosidad había ganado.

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