Capítulo I: Marina

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Seis campanadas sonaron en rápida secuencia

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Seis campanadas sonaron en rápida secuencia. Las personas congregados en la plaza se formaron con rapidez, dejaban un espacio considerable entre una y otra persona para evitar el contacto, todos estaban ataviados con sus guantes y mascarillas, las usaban porque se trataba de un vago consuelo de protección. En los últimos meses la enfermedad se movía  por las tierras del sur, el contagio se propagaba y la muerte se llevaba a los enfermos con rapidez.

Marina era de esas pocas personas que no llevaban tapabocas, no le importaba lo más mínimo la propagación de fiebre. Ella no estaba ahí para consultar la lista de muertos por la plaga, pasó toda la mañana formándose para ver las bajas sufridas en la frontera.

Varias noches atrás una Besta se arrastró desde el otro lado por debajo de la frontera, se abrió paso por varios kilómetros sin que los Eriline pudiesen detectarla. Atacó la Garita 19 arrasando todo a su paso, tardaron dos días en contener y asesinar a la criatura.

Muchas vidas se perdieron en el proceso. Marina quería saber cuáles humanos habían caído, quería ver si podía encontrar a su tío entre los nombres. La última vez que lo había visto, año y medio atrás, se dirigía a la Garita 19 para hacer negocios. No tenía noticias de él desde entonces.

—Avanza muy lento —protestó un anciano ubicado a su espalda.

Marina se encogió de hombros y continuó esperando. Podía ser paciente, aunque la estuviese destrozando por dentro.

—Escuché que se necesitaron dos delegaciones para acabar con esa cosa. Mató a dos Eriline antes de poder contenerla.

Marina pasó las últimas dos noches escuchando ese tipo de comentarios, se esparcían por toda la Garita. Todos querían saber lo que había pasado, pero los detalles a los que tenían acceso eran escasos y poco confiables. Con el correr de la horas las historias se volvían más inverosímiles, el único punto en el que se mantenían fieles era en el gran valor demostrado por los Eriline.

Los eternos salvadores de los humanos. Los guerreros de los dioses, los enviados para protegerlos. Marina creía que era una basura toda esa pleitesía que brindaban a los Eriline. Todo era cierto, por supuesto, vivían salvando el pellejo de los humanos y haciendo de sus vidas más cómodas. Eso no cambiaba el hecho de que muchos Eriline miraran a los humanos como cucarachas, los despreciaban y a veces no podían ocultarlo.

—Introduce los nombres que estás buscando en la plataforma, aparecerán las coincidencias —le dijo el hombre que atendía el puesto cuando Marina, por fin, obtuvo su turno—, sólo podrás ver si permanece con vida o no. Si quieres más detalles tendrás que viajar a la Garita.

Tecleó el nombre su tío  golpeando los botones con fuerza; toda la tecnología de las Garitas era vieja y deficiente, resultaba difícil hacer una cosa tan difícil como enviar un mensaje de texto. El poder salvaje de los Hatuk, en las Tierras Salvajes, tenía demasiado alcance sobre ellos y mientras más cerca estuviesen de la frontera más obsoleta se volvía la tecnología.

OblaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora