Capítulo VIII: Axel

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Axel no podía ver nada más allá de las cenizas y el humo; escuchó una rama caer a unos metros de ellos, la línea naranja que cubría el tronco consumió la madera hasta reducirla ha solo astillas

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Axel no podía ver nada más allá de las cenizas y el humo; escuchó una rama caer a unos metros de ellos, la línea naranja que cubría el tronco consumió la madera hasta reducirla ha solo astillas.

—¿Crees que puedas hacerlo?

—Puedo empeorarlo —confesó. Mich le ofreció una mano para ayudarlo a ponerse de pie.

—Inténtalo. No hay nada más que podamos hacer.

Necesitaba despejar su mente, alejarse del caos. Cecily había causado desastres como ese muy a menudo, sus emociones ejercían demasiado control sobre su poder. Así funcionaba ella, a base de sus miedos.

Alejó la imagen de Marina siendo consumida por el fuego Fényx, los gritos de Cecily y el terror de Mich. Solo necesitaba pensar en tranquilidad, en todo aquello que le generara paz.

En medio de ese bosque, donde una vez estuvo la cabaña, Axel levantó los brazos. Él no era Cecily, para Axel el fuego era una extensión de su cuerpo, de su alma. No un enemigo, se movían en armonía.

El caos debía parar.

—Funciona.

Podía sentir el calor recorriendo sus venas, sumergiéndose en su interior. Vagando por su mente. En él existía miedo, furia. Axel debía asimilarlo sin dejarse contaminar por esos sentimientos, la calma debía reinar sobre la intención de destrucción que existía en ese poder.

Sus pies de levantaron del suelo, el impacto fue directo. En el aire no quedaba nada más que el olor a madera quemada, y las cenizas volaban a su alrededor.

—Funcionó. ¿Estás bien?

—No.

Axel no podía moverse, su cuerpo se rehusaba a seguir sus órdenes. Hasta los Extractores tenían un límite, no podían exceder sus capacidades.

Mucha agua podía llenar los pulmones; permanecer mucho tiempo bajo una transformación los hacía olvidar los límites entre la mente humana y la animal. Y el fuego, podía consumir, desgastar.

—No me pertenece, Mich. Esto no es mío, no podré mantenerlo bajo control.

No quería admitirlo pero era la verdad. El fuego de Cecily se resistía a mantenerse en su interior, se rehusaba a estar en calma. Quería escapar, quería destruir.

—¿Cuánto tiempo podrás aguantar?

—No tanto.

—No sé qué hacer.

—Sé supone que eres el inteligente. Piensa en algo.

—Salgamos de aquí. Pensaré que podemos hacer sobre la marcha.

Axel no podía caminar, sus piernas apenas pudieron permanecer en pie. La mayor parte de su peso estaba sobre Mich, él buscaba en sus bolsillos. De ellos sacó un par de anillos de traslación, eran portales a corta distancia que solían utilizar los Eriline para moverse a los alrededores de la frontera.

OblaciónWhere stories live. Discover now