43. Suficiente para Mí

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La reunión acabó a medianoche. Y nuestros tíos se dirigieron a sus habitaciones. Era momento de empezar con el plan.

Sabíamos que explicarle a los adultos que Valeria hablaba conmigo iba a ser increíblemente complicado.

Si a los niños les había costado aceptar la verdad, sabíamos que los adultos serían incluso más tercos.

Así que teníamos que hallar una manera de cumplir mis metas sin que Valeria pareciera loca.

—Tú puedes, Berto —dijo Lucas.

—Sí, será sencillo —insistió Mauricio.

Roberto tomó aire hasta llenar sus pulmones y Fabricio posó una mano en su hombro para darle apoyo.

—Lo harás bien —dijo él—. Solo no llores mucho, ya tendrás tiempo después.

—De acuerdo... ¿Estás lista, Vale?

—Por supuesto —dijo mi prima y giró hacia mí—. ¿Preparada, Lau?

—Claro que sí, hagámoslo —contesté con una sonrisa.

Y, tras tomar una bocanada de aire con valentía, Roberto abrió la puerta del cuarto y se dirigió a la habitación de mamá.

Habíamos inventado la coartada perfecta. Solo esperábamos que ella se lo creyera.

Roberto avanzó hacia la izquierda y llegó casi de puntillas a nuestro destino.

Mamá y papá estaban discutiendo de nuevo. No entendía de qué esta vez, pero no parecían muy cómodos.

—¡¿Yo egoísta?! ¡A ver, Mariano, si no pensaras solo en ti solo por cinco minutos!

—¡Por el amor de Dios! ¡Deja de culparme un día!

Y cosas parecidas.

El teatro que habían mantenido por tantos años estaba decayendo. Tarde o temprano se separarían. Tal vez era lo mejor para los dos.

Ambos necesitaban tiempo.

Y esa amistad que habían formado con los años no era suficiente para mantener una relación de pareja, y menos con una hija muerta de por medio.

Roberto soltó un suspiro y dio tres golpecitos a la puerta. Esto cortó las discusiones de repente.

Escuché las pisadas de mamá aproximándose a la entrada y Valeria tomó la mano de mi hermano. Era momento del espectáculo.

Mamá abrió la puerta y nos vio con curiosidad.

—¿Berto? ¿Vale? ¿Mis amores, qué hacen despiertos? —preguntó y se puso de cuclillas para estar a su altura.

—Tía, estaba yendo por agua y me encontré a Roberto llorando en la sala —anunció mi prima—. No sé qué le pasa.

Mi mamá arrugó el ceño con preocupación y le acarició la mejilla a Roberto.

—¿Qué ocurrió, mi vida?

—Tuve... Tuve una pesadilla —susurró él, muy metido en su papel—. Puedo... ¿Puedo hablar contigo?

—Claro que sí. Entra. Tú también, Vale. Vayan a mi cama.

Ambos asintieron y pasaron sin chistar y eso me hizo sonreír.

Habíamos cumplido nuestra primera parte de la misión. Teníamos la atención completa de mamá.

El cuarto de mamá era mil veces diferente a lo que alguna vez había visto. Parecía una jungla, estaba recubierto de plantas salvajes y espigas y cactus.

✨No se habla de Mirabel✨ || Encanto AUWhere stories live. Discover now