35. El Desastre

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Hay una gran diferencia entre un temblor y un terremoto: el miedo que provoca.

En un temblor, por más fuerte que sea, aunque sea tienes la ligera y suficiente certeza de que no destruirá muchas cosas y que puedes sobrevivir. Hay miedo, pero no es muy grande.

Sin embargo, en un terremoto, nada es seguro. La tierra se desliza, los suelos se parten y los bloques de granito se desmoronan. El miedo es imposible de controlar. Y menos si sabes que ese terremoto va a destruir un pueblo entero.

Tal vez fue la mala suerte, el azar o el luto. Pero justo cuando empezó esa tormenta cargada de pena y los rayos estremecieron los cielos, la tierra empezó a temblar.

No fue un simple sacudón. Era un terremoto, uno muy fuerte.

Y, desde el balcón, vimos a los árboles moverse con brusquedad.

La tierra se partió en dos, los bloques del techo comenzaron a caer desmedidos. Los objetos en los estantes se desplomaron y las grietas surgieron por todas las paredes de la casa.

Pero, lo que realmente nos alarmó, fue que el clima se salió de control.

El viento incrementó y mandó a volar las decoraciones en las casas, los rayos cayeron en las calles del y provocaron fuego en diversos puntos, las grietas profundas surcaron el suelo y el piso empezó a cambiar de forma.

—¿Pepita...? —susurró el tío Félix, tomando la mano de su esposa.

—¡No soy yo! —exclamó ella—.¡Te juro que no soy yo!

Y justo en ese momento vino otro sacudón que provocó una enorme grieta en medio del cuarto.

La casa completa se estaba partiendo en dos. Piso por piso y cuarto por cuarto, todo se estaba dividiendo.

El ropero se bamboleó y se desplomó sobre la cama. Mamá Pepa y papá Félix se levantaron en el momento exacto y se salvaron de ser aplastados.

Pude ver el precipicio armandose a unos centímetros de mí y caí de espaldas. El tío Bruno me tomó de la muñeca, me levantó y me hizo retroceder justo a tiempo.

Un trozo del techo cayó al frente de nosotros y lancé un grito agudo.

El piso se iba a caer. Todo se iba a caer.

Oficialmente había empezado el desastre.

Y todos estábamos listos para huir, menos ella.

Pese a que el mundo se estaba haciendo añicos a su alrededor, la tía Mirabel no soltaba a su madre.

No dejaba de abrazarla, protegiéndola de los escombros y del daño del exterior.

—¡Mirabel, vamos! —exclamó papá Félix—. ¡La casa se va a derrumbar!

Ella negó con la cabeza y se aferró más al cuerpo inerte de su mamá.

No se iba a mover.

La tierra dio otra sacudida y la pared que estaba a la derecha empezó a temblar. Iba a caer sobre nosotros.

Mamá Pepa lanzó un grito de pavor cuando estuvo a punto de ser impactada por un bloque del techo y yo corrí con ellos.

El tío Bruno nos miró con preocupación y analizó nuestro alrededor. No nos quedaba mucho tiempo.

—Félix, saca a todos de aquí —ordenó él—. Llévalos a la montaña. Reúnanse con el pueblo y evacúen. Ya los alcanzamos después.

—¿Cómo que "después"?

✨No se habla de Mirabel✨ || Encanto AUWhere stories live. Discover now