39. Una Pesadilla

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Cuando éramos niños, Roberto y yo hicimos una especie de apuesta.

En una hoja anotamos hasta qué edad iba a vivir el otro, cuándo se casaría y cosas así.

Si algo se cumplía, prometimos darle un chocolate al ganador.

Según mi hermanito, yo viviría hasta los cien años, me casaría a los treinta, tendría dos hijos y un pájaro llamado Hugo, me iría de viaje por todo el mundo y sería una detective privada como Sherlock Holmes.

Hubiera sido una gran vida. Me la puedo imaginar.

Pero... No pasó.

Y es triste decir que nada de lo que escribió sobre mi futuro se hizo realidad.

Es triste decir que mi futuro acabó ese día.

Sí... Nada bonito.

Rayos. Aún se me es difícil de asimilar esto, incluso ahora.

Era imposible de creer.

Creía que todo iba a estar bien y que todos íbamos a buscar un nuevo hogar.

Creía que tendría una vida como los otros niños y que me haría adolescente y que me enamoraría y que crecería y... bueno, todo lo demás.

Pero no pasó. Y fue muy feo darse cuenta de que no pasaría jamás.

Recuerdo con precisión el momento en el que cerré los ojos.

Lo recuerdo como si fuese ayer, porque técnicamente lo fue. Después del eso, todo lo que había vivido se convirtió en un "ayer".

Cerré los ojos y todo fue demasiado pacífico.

El dolor, las heridas, la sangre, todo desapareció. Solo había oscuridad. Una eterna y tranquila oscuridad que me abrazó temporalmente.

Y pensé que me quedaría así para siempre.

Hasta que desperté.

Y fue de las experiencias más terroríficas que he experimentado.

Recuerdo desprenderme de mi cuerpo y volar. Volar lejos de mí.

No entendía lo que pasaba, todo era confusión y angustia y miedo y ruido, hasta que me vi.

Ahí estaba yo, tirada en el piso y hecha un desastre.

La sangre de mi cráneo no paraba de caer, y unas gotas rojas también brotaban de mi nariz y de las comisuras de mis labios. Tenía moretones por todo el cuerpo y muchísimos cortes.

Era horrible...

Y no lo quería creer. No podía ser cierto.

Mi mente estaba nublada, ya no estaba pensando claro.

Solo quería volver.

Solo quería despertar de esa terrible pesadilla.

Y verme en ese estado tan deprimente hizo que me olvidara del resto.

Verme así me destrozó.

—No... —me dije y retrocedí espantada—. No, esto... Esto no es real. Es... Es una pesadilla. Es... No es real... No es real...

Me veía y era imposible. Ya no me movía. No respiraba. No hacía nada.

Ya no estaba ahí.

Era un simple paquete muy maltratado que me horrorizaba contemplar.

Y, pese a ello, Roberto no me soltó.

Me acunó la cabeza entre sus brazos y no dejó de arrullarme con cariño.

✨No se habla de Mirabel✨ || Encanto AUWhere stories live. Discover now