—Sí, supongo que tengo algo de tiempo —le contesté sin apremio.

Quería correr por un rato o hacer algo que rara vez hacía; quemar adrenalina en la jaula, no sentarme a hablar con Luna, a pesar de eso, su presencia se sentía extraña.

—¿Es mucha la sorpresa? —me inquirió ella, haciendo que desviara la vista y me concentrara en responder a la conversación—. Por favor, no me mires así parece que estás viendo a un extraterrestre y eso me intimida.

—Disculpa, no era mi intención, pero sí —opiné con sinceridad—, luces diferente, no exactamente como tú. ¿A qué se debe el cambio?

Ella hundió las cejas, no con molestia, sino más bien con vergüenza mezclada con preocupación. Entre nosotros ya no había ese nivel de confianza.

—La ocasión de hoy amerita el cambio. Entre tantas mujeres sensuales, ¿por qué no también yo?

—Pensaba que no te iban esa clase de estereotipos, pero ya veo que no —murmuré examinándola.

—¿Crees que podamos hablar? Sinceramente la última vez que nos vimos las cosas no terminaron tan bien.

»Hice o dije algo que te molestara, ¿no?

—Para nada, Luna, el problema no eres tú, soy yo.

No estaba muy convencido de aquella conversación, pero estaba intentando ser sincero. Un segundo después, Miré a los lados para asegurarme de que nadie escuchara nuestra conversación, luego le dije:

»¿De qué quieres hablar?

—Me he preguntado todos estos días cómo has estado, cómo te has sentido, ya sabes luego de lo de la fiesta todo fue un desastre.

—Bien, supongo. ¿Cómo debería estar?

—Esa noche lucias desesperado, jamás te había visto tomar y ni siquiera yo sabía que estábamos haciendo allí o para que nos invitaron. Todas esas acusaciones, los comentarios sobre Samantha y lo último que escuché, ni siquiera creo que sea verdad.

Se detuvo con un gesto de molestia; por mi parte no sabía hacia donde estaba yendo toda la conversación. Una vez tuvo valor, inquirió

»¿Todo lo que dijo es verdad?

Las palabras de Luna hicieron un corto circuito en mi mente. Me esforcé en identificarlo, ya que comenzaba a sospechar que algo no andaba bien.

No era coincidencia.

—¿Por qué no sería verdad? ¿Qué razones crees que tendría alguien como Kira Becker para mentir? —le pregunté con suspicacia, esbozando una sonrisa para poder controlarla—. Creo que dijo la pura de verdad.

—Eres demasiado bueno. Intenté buscarte, pero casi huiste en el estacionamiento mientras hablabas con esa mujer.

En ese momento, me quedé perplejo. Había dado en el clavo.

—¿Qué? —solté desconcertado—. ¿A qué te refieres?

—¿La mujer del otro día? —indicó Luna—. ¿La rubia, muy elegante? Supuse que era la madre de Kira, ¿no? Desde lejos pude notar que ambas huelen al mismo perfume caro y usan el mismo número de tinte.

Su expresión se oscureció.

La advertencia brillando en mi mente. No confiaba en nadie, pero Luna nunca había dado un motivo real para sospechar más que su —hasta cierto punto— forzada inocencia. No hasta que había vuelto con Kira su comportamiento había comenzado a tornarse irracional.

Era recelosa y tendía a gustarle la cizaña. Al principio pensaba que solo eran celos o rabia por mi rechazo y el beso en los baños; ese día su aspecto confirmaba lo anterior. Luna no era tan inocente como aparentaba y sus preguntas nunca habían sido a la ligera.

Mátame Sanamente Where stories live. Discover now