—¿Dónde está Horsfall? —le preguntó a una de las mucamas al verla salir del baño con la ropa sucia en brazo.

—Estamos muy ocupados con las tareas, así que él ha tenido que ir a enviar el correo, señor. Perdone.

Bufó, la dejó continuar con su trabajo y se fue hacia la puerta para abrir.

Se encontró con dos hombres esperando en la escalera, uno un poco más alto que el otro, ambos jóvenes y de traje con unos sombreros que se quitaron al verlo. Los estudió cuerpo completo con la mejor expresión de desagrado y apatía que podía poner y contuvo sus impulsos de cerrarle la puerta en sus narices.

—¿En que puedo ayudarles, caballeros?

—Esperaba poder visitar a la señorita Marie Morgan, señor, si no es molestia.

—Yo esperaba visitar a la señorita Marie Morgan también, señor, si a usted le parece bien.

Forzó una sonrisa y estrujó el picaporte en su puño, sintiendo como sus dedos se tornaban blancos ante la presión que ejercía. Apretó los dientes e inclinó un poco su cabeza, manteniendo esa sonrisa.

—¿Marie ¿dicen? —. Ambos hombres asintieron—. Marie...De acuerdo...Esperen aquí.

Les cerró la puerta en el rostro antes de que pudieran decir nada y se giró hacia el pasillo para subir las escaleras en busca de su esposa.

Entró en el dormitorio listo para anunciar a los visitantes y protestar un poco, pero se detuvo en sus intenciones cuando la encontró sentada en una silla de madera junto al escritorio con sus brazos doblados sobre la mesa y su cabeza apoyada en estos, profundamente dormida.

Suspiró, al percatarse de lo verdaderamente agotada que ella estaba y se acercó a la silla para alzarla en sus brazos. No pudo evitar que despertara en el proceso, luchando con su vestido que se metió en el camino, pero consiguió calmarla para que continuara durmiendo y la acostó con cuidado en la cama. Tomó una de las mantas del armario para cubrirla y tan solo pudo retirarle los zapatos para que durmiera más cómoda.

Cerró las cortinas y abandonó el dormitorio preguntándose qué mierda haría ahora si ella no estaba para hacerse cargo.

Los dos hombres que de por sí sin conocerlos ya no le agradaban estaban esperando afuera, tenía a todos sus hijos reunidos en el salón, Olivia había planeado terminar de redactar varias cartas para esa tarde y tenían una cena a la que sus hijas debían asistir, pero no podían sin una escolta.

Acarició su sien, intentando calmarse y se detuvo en la puerta del salón.

—Todos retírense a excepción de Marie y los hombres.

Sus hijas y niños abandonaron el salón para irse a sus dormitorios y Marie miró a su padre confundida.

—Dos hombres han venido a verte —explicó y la sonrisa de Marie desapareció—. Como tu madre se encuentra descansando, uno de tus hermanos se quedará contigo en el salón y espero que te comportes como corresponde. Tu madre está trabajando muy duro por ustedes y sería injusto que lo arruinaras con un comportamiento indebido.

Asintió, tragando saliva con fuerza y se giró para ir a sentarse al sofá, mientras sus hermanos acomodaban todos los muebles otra vez en su lugar.

Terminaron decidiendo, que por ser el mayor presente, Adrian debía quedarse en el salón con Marie, por lo tanto, los demás se retiraron a sus habitaciones y Jonathan les abrió a los dos caballeros que llevaban algunos minutos esperando afuera.

Les permitió ingresar sin cambiar su semblante y señaló el perchero para que dejaran sus sombreros y abrigos.

Uno de los hombres era Zachary Selfridges y el otro Kenneth Digby, menor que el primero, pero igual de exitoso. Aunque por supuesto el éxito no representaba nada para Jonathan, aun así, no le agradaba y perfectamente podía verlos muriendo en la calle y sentarse a disfrutar del show. Aparecer en su casa para ver a su hija era la forma perfecta de entrar en su lista negra. Y la lista negra crecía y crecía cada vez más con los pretendientes que aparecían.

Vidas cruzadas: El ciclo. #2 COMPLETA. +18. BORRADORWhere stories live. Discover now