—Entonces la llevaremos a la sala médica del Santuario. —La mano de Nomi me detuvo aferrándome por la muñeca.

—Está científicamente comprobado, que cuando se trata de tratamiento de bendecidos es mejor dejarles en la cámara del kupai hasta que su proceso termina. Esto es nuevo para mí, pero me inclino por dejar que Nydia se recupere también aquí. Las ondas de energía que emiten las raíces del kupai la ayudarán a recuperarse, igual que está sucediendo con el ángel. —Su cabeza giró hacia Arcángel. Sus heridas se habían cerrado, aunque todavía seguía sumido en el Sueño del Contacto. Así lo llamábamos en mi pueblo. Para nosotros, la pérdida de consciencia durante la inseminación, no fue un proceso solo físico, sino espiritual, nuestra alma ascendía a un plano inmaterial donde contactaba con la madre tierra.

—Entonces será mejor que abandonemos la cámara todos aquellos que no debamos estar aquí. —Antes de que pudiese dar la orden, todos los soldados recogieron sus zapatos y los cestos para abandonar el lugar.

Ya desde fuera, Dash dejó a cuatro hombres vigilando el estanque de acceso. Las aguas estaban rojizas por la sangre diluida en ellas, habían perdido esa pureza que recordaba de la primera visita, lo que me recordó que alguien las había profanado antes de nuestra llegada.

—¿Dónde están los infractores? —le pregunté.

—En la sala de plegarias, me pareció correcto que fueran haciendo penitencia. —Había visto la sala de plegarias en los documentales que había visto sobre el Santuario, incluso había alguna imagen en la recepción de la recepción de visitantes. Era una enorme habitación excavada en la roca, iluminada por un ventanal a 10 hombres de altura. Ni siendo un felino podrían alcanzar esa ventana trepando.

—Creo que habría que ir separando a los mercenarios de los clientes. —Si no me equivocaba, los que iban armados no serían más que mercenarios sin escrúpulos, seducidos por una obscena cantidad de dinero para profanar lo más sagrado de toda la galaxia. Ellos no merecían piedad, pero mucho menos aquellos que fueron los artífices de todo esto.

—Podemos hacerlo en unos minutos. Solo estábamos esperando a que los hombres se recuperasen, el fogonazo nos dejó algo cansados. —Supuse que lo del fogonazo sería el momento en que la luz sanó y rejuveneció sus cuerpos, después de haber comido de la manzana. Ese proceso también debía haber drenado sus escasas reservas después de la batalla. Pero éramos rojos, aunque no pudiésemos con nuestro pellejo seguiríamos en pie, en la lucha, y esto todavía no había acabado.

—¿Bebidas reconstituyentes? —deduje. Dash sonrió confirmando mi sospecha.

—No puedes ir a una batalla sin dos o tres botellas de esas. —Una cosa son los nano bots que curan tus heridas, y otra muy distinta darle energía a un cuerpo que ha consumido sus fuerzas.

—Entonces avísame cuando podamos ponernos con ello, yo...—sentí el golpeteo de la manzana contra mi pierna al caminar— tengo que hacer un recado antes. —Dash asintió conforme.

—No tengas prisa, quiero tener un buen grupo al 100% antes de ponerme con eso. —Y sin más me fui en busca de mi hermano, había llegado el momento de tener una charla seria.

Dicen que no hay mejor rastreador que un rojo. Incluso con nuestra piedra infectada por la peste negra, nuestro olfato era superior a los de cualquier otra raza. Por eso es difícil de encontrar a un rojo que quiere esconderse, porque él mismo sabe como esconderse de otro rojo, salvo que este haya recuperado el brillo de su piedra. Y ese era mi caso.

Avancé con rapidez siguiendo el tenue rastro que encontré de Rise, hasta encontrarlo cerca de los jardines exteriores. Como había pensado, estaba tratando de mantenerse alejado. Noté el momento en que reconoció mi olor en el aire, pero ambos sabíamos que era demasiado tarde para escapar, al menos en un lugar tan abierto como aquel. No podría esconderse sin que antes le pidiese que no lo hiciera. Así que simplemente se giró para esperar a que le alcanzara.

—Lo recuperamos. —dijo antes de que llegase a él. Asentí.

—Pero te has perdido la mejor parte. —metí mi mano en la bolsa y saqué la manzana. Se la arrojé para que la atrapara. Lo hizo, la miró con el ceño fruncido. —Pensé que tendrías hambre. —Se encogió de hombros y le dio un mordisco, él nunca rechazaría algo de comida, era algo que ningún rojo, habitado a la escasez de alimentos desde la niñez, dejaría pasar.

—Está buena. —Vi como la luz empezó a filtrase desde debajo de su piel en el segundo mordisco, y como su aspecto empezó a mejorar rápidamente. Rise no estaba preparado para el súbito cansancio que le golpeó por aquel intenso trabajo celular, por lo que tuve que ayudarle a llegar hasta un banco de piedra.

—¡Por la diosa!, ¿Qué...? —Hora de confesar.

—El árbol sagrado ha dado frutos que rejuvenecen y sanan. —Rise se quitó el guante de protección de una de sus manos para observar su palma. Sabía lo que veía, menos arrugas, más músculo...

—¡Vaya! Es... asombroso. —Pues no tenía ni idea de todo lo demás.

—Tengo mucho que contarte sobre lo que te has perdido allí dentro. —él se preparó para escuchar una buena historia. —Pero antes tenemos que hablar de lo que estás haciendo aquí afuera. —Su cuerpo se tensó unos segundos, aunque luego perdió la rigidez y asintió.

—Es difícil tener secretos con tu hermano. —Lo es cuando eres un gemelo rojo.

Santuario - Estrella Errante 2Where stories live. Discover now