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Me despedí de mi madre en cuanto me dijo que no volvería hasta el Lunes por el mediodía por temas de trabajo en otra ciudad no muy lejos de aquí, ya que reclamaban su ayuda en un caso importante.

Observé como cerraba la puerta principal lentamente antes de dejarme completamente sola en la casa, ya casi de noche.

Sans me llamó varias veces durante el día para saber sobre mi estado, a lo que yo le respondí que estaba bien, que no se preocupara y que no hacía falta que estuviera tan preocupado por ello.

Al final encontré un remedio eficaz para tapar aquellas horribles marcas, aunque no era una maravilla, pero era algo práctico. Encontré unos guantes finos de dedos cortados que me llegaban hasta los codos, gracias al cielo que los resguardé en uno de los cajones de la ropa interior. En cuanto a las piernas tan solo me puse unas pocas tiritas dándole la excusa a mi madre que me había echo daño.

Puse una mueca al observar mis manos antes de dirigirme hacia la cocina para ir preparando la cena, tenía pensado hacerlo con Papyrus en cuanto apareciese por la ventana de mi habitación como de costumbre. De cualquier manera me sentía un poco nerviosa, aunque no sabía muy bien el porqué.

Coloqué la lasaña pre cocinada que compré dentro del microondas mientras que yo me preparaba un buen tazón de leche con cereales de chocolate, no me apetecía algo muy elaborado.

Una vez que todo estaba listo, me subí con las cosas a mi cuarto, incluso solo encendiendo la luz del escritorio para que diese un ambiente tenue, romántico no tanto por la comida, pero se hacía lo que podía. Tragué saliva nerviosamente, tenía un aspecto físico decente, sin embargo al ver mis guantes quizás él lo vería un poco raro.

No obstante, no me dio más tiempo a pensar en qué debía de hacer con ello, pues mi acompañante nocturno finalmente llegó colocándose en la misma posición de siempre.

—Buenas noches, niñata ingenua, espero que no... –sus palabras se esfumaron en cuanto vio la comida encima de la cama. Se sentó rápidamente en el colchón cogiendo el plato de lasaña entre sus manos –¿De verdad? –parecía que sus ojos se iluminaron por tan solo unos segundos.

—Sí, he pensado que cenar juntos de vez en cuando no estaría nada mal, y que no sea algo que vayamos a ponernos arreglados –reí tratando de disimular mi nerviosismo, ¿qué demonios me pasaba? –. De todas maneras, si ya has cenado no tienes por qué comértelo.

—¿Estás de coña? –cogió el tenedor agresivamente clavándolo en la lasaña para darle un buen mordisco, como si de un animal se tratase. Hizo un gemido de placer mientras masticaba –Tenía un hambre... –se fijó en mí –¿No quieres que te haga nada?

—Oh, no, yo con esto estoy bien, no hay necesidad alguna de hacer algo más. –suspiré empezando a comer yo también. Me costaba hacerlo por el dolor que tenía en el abdomen, aún así trataba de pasar desapercibida y por el momento funcionaba. Sentí como su mirada me analizaba de arriba a bajo.

—Es extraño verte con esos guantes con toda la calor que hace –frunció el ceño masticando –. ¿Y esas tiritas?, ¿es que te has caído por las escaleras o algo?, aunque no me extraña por lo patosa que eres. –rió en modo de burla.

Me detuve por unos instantes pensativa, pues mi corazón empezó a palpitar rápidamente. Necesitaba contestarle de una manera rápida pero poco sospechosa. Sin embargo mis largos suspiros no ayudaban para nada con la causa.

Se formó un silencio un tanto incomodo, aunque ya estábamos por terminar de comer nuestros platos. Yo un poco más tarde que él, aunque pareciera extraño.

Finalmente dejé los platos sobre el escritorio antes de volver a sentarme en el colchón aún callada como si de una piedra fuera. Jugaba con mis manos nerviosa, pues no sabía qué hacer ni qué decir. Fruncí los labios con fuerza.

✧*。ռɨñata ɨռɢɛռʊa✧*。/human!fell Papyrus x reader/Where stories live. Discover now