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Era una mañana a las siete durante el invierno, sentada en el colchón acabando de quitarme la pereza que residía en mi cuerpo. Me frotaba los ojos con desgana, sin embargo las entrañas pedían algo de comer.

Aún con el sueño invadiendo mi ser, me levanté de la cama a regañadientes mientras que recopilaba el horario de hoy. Me aseé en el baño dándome una ducha tórrida, escogí mi outfit del día, me preparé la mochila y bajé a por el desayuno. Mientras tanto miraba las nuevas noticias de la semana sin poder sorprenderme por lo que decían.

Por supuesto, vivíamos en una sociedad compartida por humanos e híbridos después de firmar un tratado de paz entre estos. Definiendo a los híbridos podríamos decir que tenían ciertas capacidades, o super poderes, que los hacía especiales, siendo un rango superior que todos nosotros. Sin embargo, hay de este tipo de seres que siguen usando sus poderes para poder hacer el mal, quizás poder robar, asesinar...

Aunque su mera existencia ha hecho mejorar las labores en cuanto al trabajo en relación a la ciencia o simplemente en construcciones a nivel mundial.

Suspiré pesadamente al dirigirme hacia la puerta, sin si quiera despedirme de mi madre, pues estaba totalmente agotada después de estar todo el día de ayer en el trabajo.

Una suave brisa helada chocó contra mi rostro en cuanto salí a la calle sintiendo un escalofrío recorrer por toda mi columna vertebral, era lo que más odiaba de esta estación.

Crucé rápidamente la calle para asegurarme que llegaba lo antes posible a mi destino, aún así a lo lejos podía observar ya el tráfico activo, la gente preparada para hacer sus labores diarias, incluso personas que salían a estas horas de la mañana para poder hacer ejercicio.

No tardé mucho en llegar al instituto, en donde pude divisar a mi mejor amigo Sans. Sí, él era el típico chico del que todas están completamente a sus pies, estatura media, peliblanco, ojos azules y un cierto aire de pasota, añadiendo que era un híbrido, aunque no use casi nunca sus capacidades para hacer algo.

Él al verme me saludó alegremente aún con su típica sonrisa en su rostro junto con su mirada algo cansada.

—Hoy si que has llegado pronto. –nos adentramos en el edificio junto con más gente.

—Eso debería de decírtelo yo a tí –le contesté –, normalmente llegas tarde –me acerqué a las taquillas buscando la mía –. Diecisiete años y ahora vas progresando.

—Mi hermano pequeño aún sigue insistiendo con que recoja los calcetines que dejo por casa, con lo que tampoco es que avance mucho en mis... ¿Cómo se llamaban?, ah, sí, responsabilidades. –cerré la puerta de la taquilla para irnos directamente a clase, sin embargo no íbamos a la misma.

—Vete acostumbrando a hacer tareas domésticas, sé de ejemplo para tu hermano –subimos varias escaleras hasta llegar al segundo piso –. A propósito, mi madre dice que puedes venir a casa a comer, ya sabes como es ella contigo.

—Lo sé, dile que estaré encantado de ir –me dio un abrazo junto con un cálido beso en la frente. Notaba varias miradas llenas de celos encima de nosotros, o más bien miradas asesinas sobre mi persona –. Nos vemos luego.

Por supuesto, desprendía cierta energía positiva que me contagiaba con ella, tan solo tocarle era como si me protegiera durante el resto del día hasta asegurarse de que estuviera dormida.

Sonreí inconscientemente, obviamente tendría esa alegría si no fuera porque en mi clase estaba el típico grupo que creía que todos odiábamos, y con ello me refiero sutilmente a su líder: Fell Papyrus.

Todo el mundo le teme, ni si quiera el más fuerte de aquí se atreve a plantarle cara, aunque muchas veces le tiene que parar los pies a su hermano mayor, quién también va a nuestra clase y repitió un curso acabando aquí. Los dos eran híbridos, a lo que se aprovechan en hacer acoso escolar a muchos chicos referentes a humanos.

✧*。ռɨñata ɨռɢɛռʊa✧*。/human!fell Papyrus x reader/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora