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Pero la paz que sentí al caer dormido no se comparaba para nada a los momentos en los cuales sentía siempre después de pelear y sobrevivir

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Pero la paz que sentí al caer dormido no se comparaba para nada a los momentos en los cuales sentía siempre después de pelear y sobrevivir. Tú eras la única persona que podía provocar en mí esa paz.

Todavía no soy como tu hijo, y menos tampoco me llamas así, pero tú si eres mi padre y ya te podía llamar como tal.

Mis entrenamientos cada que pasaron los años eran más difíciles e intensos, así que recuerdo que le pediste a Invictor que su entrenamiento subiera mucho más de nivel. Él te hizo un poco la pelea diciendo que sería mejor seguir al ritmo en el que estábamos, pero al final le dejaste demasiado claro que haga lo que le pedías, y él no tenía de otra más que hacerlo, después de tu decisión siempre terminaba cada vez más demolido con el entrenamiento, pero lo soportaba porque todavía podía.

Tus entrenamientos conmigo papá pasaron de aprender a usar armas a terminar enseñándome tus conocimientos. Todo lo que me decías era difícil de hacer que se me quedara en la cabeza, parecía que con cada palabra que me decías olvidaba muchas de las anteriores, así que hacías que aprendiera por medio de poner en práctica todo, haciendo ejercicios de planificación y fijarme cuáles serían sus resultados.

Tenías muchas formas de enseñarme como hacer estrategias para las batallas con finales valiosos y comprometedores, como formar los mejores grupos de guerreros para las batallas, y en qué área podría poner a cada uno y las armas que podría darles.

Pero cada que te mostraba una estrategia que había hecho y esa tuviera más de dos fallas te encargabas de darme palizas del demonio, aquellas las cuales me hacían esforzarme mucho más para la próxima. Porque al final de eso se trataban los castigos, de que yo me arrepintiera de las cosas que hice.

En todos esos años que pasaron ya me habías mandado a guerras y a campos enemigos dónde podría haber muerto muy fácilmente, ya podía asta ir yo solo sin que tú me cuidaras las espaldas. Ya había regresado de cuatro guerras sin ninguna sola herida, lesión, o moretón.

Y aquella mujer la cual pude saber su nombre hace dos años, me enseñaba a como curar heridas de todo tipo, hacía que aprender y curar una herida horrible fuera muy fácil y divertido. Tú no le pudiste decir o hacer nada sobre el buen trato y ánimo que me daba, porque al final de cuentas era una mujer y ellas tenían el privilegio de elegir que trato le daban a cada quien; en pocas palabras no podías hacer que Ela sea seria, enojada, cortante o malvada conmigo.

Todos los días era una mierda diferente y dolorosa, los cuales los olvidaba únicamente por los pequeños momentos de afecto que me dabas.

Los dolores de cabeza siempre estaban. Los delirios en las noches nunca desaparecieron, siempre los sufría yo solo en mi habitación.

Había raros momentos en los cuales me daban ataques de descontrol en todo mi ser, aquellos los cuales me hacían intentar cometer locuras sin pensarlo o controlarlo. Tú siempre llegabas y me dabas un golpe haciéndome volver al mundo y darme cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Me agarrabas de las manos para que mi pánico se extinguiera y lo que me agobiaba dejara de quererme controlar. Me decías que allí estabas conmigo y que no me preocupase por nada, me repetías muchas veces que no me dejarías solo en esos momentos.

٥:。- Lo que yo tanto anhele || Mateo, el hijo querido de Spartor || Terminada ||Where stories live. Discover now