Capítulo 3.

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LOUIS.

¿Qué carajos voy a hacer de mi vida?

Bien, estando en prisión tuve mucho tiempo para pensar, a veces en exceso, y en esos seis años lo único en lo que pensaba era en lo mucho que haría al salir de ahí, y ahora que eso ocurrió, pareciera que no todo es tan fácil como creí.

De hecho, no planeaba preocuparme por eso por ahora, hasta que en la comida de ayer pareciera que a todos les dio la gran curiosidad de lo que sería de mí.

No sé hacer nada.

Realmente nada.

Mi hermana menor tiene un trabajo estable que comenzó siendo una pasantía de prueba y terminó convirtiéndose en una jefa en otro lado que ni si quiera es París. ¿Cómo compito contra eso?

Es decir, no es una competencia, pero me siento en la obligación de ser tan bueno como ella en lo que sea que haga, o mejor porque...soy el mayor.

Habíamos hecho caso a nuestra madre, y estábamos limpiando nuestro hogar.

Volver realmente fue difícil, pero Emma no nos dio tiempo de reaccionar a nada. En poco tiempo se puso a organizar, limpiar, y checar cómo seguía funcionando la casa; la electricidad, las paredes, puntos fuertes y débiles de la casa que debíamos reforzar.

Y de hecho, a pesar de que ya llevábamos algunos días limpiando y acomodando, no fue tan pesado como pensé.

—De todas las cosas que sabes hacer, nunca pensé que organizar una casa fuera una —reí.

—Digamos que me ha tocado organizar muchos documentos, investigar y analizar cada centímetro de ciertos lugares, limpiar escenas del crimen, entre muchas otras cosas —dijo bajando de la escalera— Es solo un punto extra de mi trabajo.

—Vaya...

—¿Puedes pasarme esa caja?

Estiré mi cuerpo y con mis brazos le pasé a Emma la caja que pidió. Ella se agachó al suelo y la abrió para revisar el contenido.

—Mhm, son viejos libros —susurró cerrando la caja—, se van a la bodega. Gabriel, te toca.

—Ya no pienso bajar —negó sentándose en el mueble— Deja la caja debajo de tu cama, o en la esquina, yo que sé, estoy exhausto.

—Si no quieres dormir en la calle, debes cooperar —le dijo— Olvídate de tus días con sirvientes, choferes, y asistentes. Es hora de que ayudes a mantener un verdadero hogar.

Él la miró intentando desafiarla, pero bastó con que Emma se cruzara de brazos para que Gabriel suspirara y se pusiera de pie alzando los brazos de forma inocente.

—Ya voy —dijo entre dientes tomando la caja y alejándose.

—Cuánta autoridad —reí al ver a Gabriel salir de la habitación— Serías buena madre.

—Ugh, no. Trágate tus palabras —dijo en automático— Que el universo sea sordo.

Solté una carcajada, parecía que en serio le desagradó la idea.

—Oye...—seguí sacando las decoraciones que estaban en bolsas, para irlos acomodando por la habitación— Y allá en Chicago, ¿No hay nadie?

No conté el tiempo en que se mantuvo callada, parecía pensarlo y no la culpaba, no es cómo que yo fuera completamente una persona de fiar.

No al menos a como ellos me recordaban.

—Hay uno, sí.

Me giré a verla, incrédulo. No le creí al principio, pero no tuvo duda en su voz, y respondió con tanta normalidad, que me sorprendí.

The meaning of a friend [MLB] #3Onde histórias criam vida. Descubra agora